Bueno, la imagen lo dice todo, ¿no?
¡Te sientes libre!
Y te preguntas, ¿por qué no lo habré hecho antes?
¿Por qué me he estado engañando a mi misma hasta ahora?
Bueno, no corramos tanto, cuando es el momento, es el momento, ni antes ni después.
Todo cambio, requiere una preparación, disposición y decisión.
La implementación es el último paso, si se ha hecho un trabajo concienzudo, el mantenimiento vendrá de su mano.
El cambio es el que nos hace libres, porque retomamos «las riendas de nuestras vidas».
Supongo que, podríamos decir, que esta es la parte «bonita».
¿Cuál no lo es tanto?
La parte de la «pérdida».
A veces, no de una pérdida material real, sino también de la idea que teníamos de cómo iban a ser las cosas.
Esa idea que teníamos en nuestra mente, bucólica y maravillosa, sin ningún fallo ni fisura. Perfecta.
Os parecerá trivial, banal, incluso puede que «un cuento chino», pero no lo es, está directamente relacionado con nuestras expectativas.
¿Por qué esto es así?
Influyen varios factores:
- Uno de ellos, en mi opinión, anda a caballo entre el optimismo y la fantasía.
A veces queremos creer que ocurrirá «lo mejor» y otras directamente nos convencemos de que, aunque la opción que se nos ocurra sea totalmente descabellada, será lo que ocurra. - Otro factor, que todos somos un poco «controladores», queremos ser causantes y directores de lo que pasa en nuestra vida, nada de sorpresas, nada de imprevistos ni de azar.
- Y que, como os decía todos tenemos expectativas, en ese sentido, creo que todos somos un poco «lecheras» (¿os acordáis de la fábula?).
Todos necesitamos un plan, o al menos algo que se le parezca mucho.
El plan puede ser: «vivir el momento».
Pero, aún así, sigue siendo un plan.
Ese plan no sólo es nuestra motivación, sino la guía de qué haremos a continuación.
Más aún, la explicación de por qué lo haremos, tan necesaria para los seres humanos (y, sino, pensar en la confusión que sentimos todos cuando nos vemos haciendo algo que no sabemos por qué estamos haciendo o para qué).
Todo cambio implica un duelo.
De lo que tenía, de lo que esperaba, de lo que pensaba que llegaría a ser, de lo que quería vivir, de lo que quería tener.
Aunque muchas veces, el cambio implica más cambios, no necesariamente pérdidas, sino transformaciones de lo que teníamos.
Tendremos momentos de duda, momentos de cuestionarnos qué hemos hecho y por qué, sobre todo cuando las cosas no acaben de ir, una vez más, como nosotras esperábamos.
Sin embargo, muchas veces, cuando miramos atrás, es entonces, y sólo entonces, cuando parece que las cosas empiezan a y acaban de, tener sentido.
Y es que al cambio tenemos que darle tiempo a que se asiente, porque al principio, sobre todo cuando es un cambio muy grande, la polvareda no nos deja ver el auténtico resultado, sólo caos y desorden, indefinición e incertidumbre.
Pero si es una decisión meditada y parte de un proceso de toma de conciencia, en el que veamos con mucha más claridad qué pasa, por qué, a dónde nos lleva, qué queremos y cómo conseguirlo, podéis estar seguras que al final de él, os sentiréis más vosotras mismas que nunca y con una plenitud que nunca llegasteis tan si quiera a imaginar.
Estos días lo hablaba con una paciente.
Tenía un matrimonio, aparentemente, perfecto, ella misma me decía: «la foto de familia que teníamos era perfecta y preciosa».
Sin embargo, ella no era feliz.
Comenzó una relación con otra persona, sin plantearse nada con respecto a su situación actual en ese momento, fue algo que hizo por y para ella, sin objetivo ni intención de nada más.
Ella misma reconoce que el hecho de que estuviera ya dispuesta a tenerla era el reflejo de que ella no era feliz y buscaba, «algo más», pero en ese momento no era del todo consciente de ello.
La relación que estableció progresó, se enamoró, pero aún así no se planteaba romper su matrimonio, hasta que vio que perdía a esta persona, y en sus propias palabras: «ese amor me dio fuerzas para ponerme en primer lugar a mi misma, y salir de un matrimonio que no me atrevía a dejar».
El sentimiento de culpa por romper su matrimonio fue brutal, como os podéis imaginar, pero lo hizo, una vez que tuvo la determinación para hacerlo.
Y vivió una relación de 5 años con esta otra persona, hasta que por una infidelidad de él, la relación se rompió.
A lo que ella, me dijo: hacía tiempo que quería dejar la relación pero no veía cómo, reconozco que su amor me dio la fuerza que necesitaba para romper mi matrimonio, supongo que pensé que no era capaz de romper mi matrimonio, por mi misma, pero llegó un momento en que esta relación que tenía, ya no me llenaba.
Después de todo esto vivido me decía que, tiene muchas cosas que colocar en su cabeza, pero sabe que ahora, por fin, y después de tanto dolor y daño causados, ha llegado al punto que siempre había querido vivir, y que aunque le estaba costando mucho rehacer su vida, al verse sin pareja después de muchos años, sabía que ahora estaba en el camino de ser feliz, ser ella misma, no depender de un hombre, y florecer, por fin.
La honestidad de esta mujer consigo misma, reconociendo que hay muchas cosas de las que no se siente nada orgullosa y que definitivamente le hubiera gustado hacer de otra manera, asumiendo su responsabilidad y las consecuencias, así como su capacidad para mirar atrás y encontrarle sentido a todo el proceso por el que ha pasado, son realmente envidiables y dignas de admiración.
Después de leer todo esto, os podéis imaginar el proceso tan duro que puede significar dejar de engañarse a una misma, encender la luz y tomar conciencia, pero también, lo necesario que es.
Y que lo que pasa cuando una deja de engañarse a si misma, es que por fin es una misma y su vida, es por fin suya, y se encamina al camino de su felicidad, viviéndolo y caminándolo ya, hoy.
Pingback: Todo lo que hemos aprendido en el Año 2016 | Psicólogo Torrejón de Ardoz