La Impaciencia

file000349823764A veces, sin darnos cuenta, anhelamos tanto conseguir algo, lo deseamos con tantas fuerzas, que nuestro comportamiento, nuestra conducta y nuestras palabras nos alejan de ello, sintiéndonos frustrados y confundidos.

Muchas veces no somos conscientes del mensaje que realmente estamos dando con dicho comportamiento.

Por ejemplo, si anhelamos tener una relación de pareja, un compañero o compañera, nuestra conducta es proactiva, proponemos planes, nos mostramos abiertos, receptivos, buscando, pero a veces pasamos la frontera, dando el mensaje de estar «desesperados/as» e incluso puede parecer que «perseguimos», y eso nos muestra ante los demás poco «atractivos/as», sin darnos cuenta.

Es como una estrategia de venta, si nos sentimos presionados a «comprar», es muy posible que el producto pierda interés para nosotros, e incluso despertar nuestra suspicacia, y llevarnos a preguntarnos «¿realmente este producto será tan «bueno» si me lo están «intentando» vender a toda costa?».

Aún así, es posible que finalmente «nuestro/a posible comprador/a», finalmente decida «adquirir» el producto, sin embargo, siempre nos cabrá la duda de si ha «elegido» el producto, por el producto en sí mismo, o más bien por una estrategia de venta hábil o persuasiva.

Esto es aplicable también a cuando nos mostramos muy extrovertidos o «excesivamente disponibles».

No caemos en la cuenta de que es muy posible que estemos despertando una respuesta de «rechazo» en vez de una respuesta de «acercamiento».

¿Cómo encontrar el punto medio?

Mi primer consejo es «estar con los ojos abiertos», es decir, observar la reacción del posible «comprador/a»: Mostrarse abierto/a y receptivo/a es algo positivo, no tenemos que esperar como muebles a que «vengan a buscarnos», ahora bien, si ante una propuesta y/o invitación o proposición, la reacción no es de acercamiento y/o aceptación de la «oferta», es muy posible que el/la comprador/a no este interesado/a en nuestro producto, si es así, insistir o perseverar, nos introducirá en el proceso que os comentaba antes… Intentar convencer de que «nuestro producto» merece ser comprado, y precisamente en este movimiento es cuando empieza a perder valor (y no porque no le interese a esa persona, ya que, como infinidad de veces habréis oído, para gustos, colores), no solo para nuestro/a comprador/a, sino para nosotros/as mismos/as.

Como segundo consejo os diré, que no importa lo mucho que deseéis algo, o lo vital que consideréis que es algo para vosotros/as en vuestras vidas, si lo convertís en el «centro de vuestras vidas», es casi seguro que desencadenaréis una tendencia obsesiva y que os conducirá a una profunda frustración.

La forma en la que explico esto en la consulta es a través de la Teoría del Caos, esta teoría, más allá de su formulación matemática, postula que son tantas las variables que influyen en que un acontecimiento determinado se de, en un momento concreto, que es casi imposible predecirlo. En la parte que a nosotros nos interesa, tendría que ver con que es «casi imposible» provocarlo o hacer que ocurra.

En psicología hablamos del locus de control, refiriéndonos a qué tipo de explicaciones nos damos a nosotros mismos sobre por qué ocurren las cosas, bien sea a nosotros mismos o a nuestro entorno, este concepto se utiliza para explicar una de las teorías sobre la depresión, pero en este caso nos interesa para entender la «falacia de control» y cómo podemos estar haciéndonos responsables (que no culpables) de por qué ocurre lo que ocurre.

Si yo pienso que, por ejemplo, mi hijo ha tenido un accidente de moto porque yo no he rezado tres veces el rosario, me estoy haciendo responsable de algo que ha ocurrido, sobre lo que realmente no tengo ningún control (falacia de control). Este comportamiento, el rezar tres rosarios en nuestro ejemplo, tendría en este caso una función de ritual obsesivo a través del cuál, esperaríamos controlar lo que ocurre en nuestro entorno.

La falacia de control es tal porque, en un primer momento, nos hace creer erróneamente que podemos controlar lo que ocurre, proporcionándonos cierta tranquilidad, sin embargo, en un segundo momento se apodera de nosotros la frustración y la impotencia, ya que realmente la contingencia no es tal, es decir, no está en nuestras manos.

De aquí viene mi tercer consejo, encarguémonos de lo que realmente está en nuestras manos, que es nuestra actitud, las interpretaciones que damos y hacemos, y la forma en la que decidimos vivir lo que está ocurriendo, mostrémonos receptivos, abiertos, proactivos, las tres son grandes cualidades y fortalezas, se trata únicamente de dosificarlas, y de utilizarlas en nuestro beneficio, no en contra de él; y en caso de que no consigamos aquello que anhelamos, no desesperemos, entendamos que influyen muchas otras variables que escapan a nuestro control, y sigamos nuestra búsqueda, no invirtamos toda nuestra energía, dosifiquemos, una vez más.

Por último, respecto a la impaciencia en conseguir nuestros objetivos de cambio, bien sean de pérdida de peso, horas de estudio, hábitos de limpieza o cuidado personal, cambio de nuestra actitud y/o comportamiento, las recomendaciones que os hago son las siguientes:

  • Ten clara cuál es tu motivación para conseguir eso que te has propuesto, escríbela y tenla no sólo presente sino también visible, te ayudará a perseverar en tu empeño.
  • Márcate objetivos siguiendo las indicaciones SMART: eSpecífico, Medible, Asumible, Realista, y delimitado en el Tiempo.
  • Especifica objetivos a corto plazo, ya que son más motivadores y reforzantes que los objetivos a largo plazo, así que coge este último y descomponlo en pequeñas metas, pequeños objetivos que te acerquen a ese más grande y lejano.
  • Si te resulta complicado realizar este proceso por ti mismo, asesórate con un experto.

Acerca de Cristina

Psicóloga Colegiada Torrejón de Ardoz
Esta entrada fue publicada en Psicología, Sabías que... y etiquetada , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.