Una de esas cualidades que parece reservada para los/as niños/as, los/as inconscientes sin remedio, los/as soñadores empedernidos/as y los «descerebrados/as» en general.
Pero lo cierto es que «esperar lo peor», no es mejor opción.
Parece que tener «esperanza» lo único que te garantiza es que vas a «esperar» y eso te va a «desesperar».
Pero no nos damos cuenta de que «esperando lo peor», desgastamos ya, ahora, nuestra energía, nuestros recursos, nuestra ilusión, nuestro esfuerzo.
Esperando lo peor hacemos una «anticipación negativa» que a lo que suele conducir es a la ansiedad, como ya sabemos.
Tal vez «esperar lo mejor» sea poco realista.
Tal vez «esperar lo mejor» nos cree una expectativa desproporcionada que nos conduzca casi inequívocamente a la frustración.
Se supone que «lo ideal» es no esperar nada…
De ese modo tus expectativas «están limpias» de ideas poco realistas y que te frustres es muy poco probable, maximizando de este modo la posibilidad de «éxito».
Pero yo, cada vez que escucho a un/a paciente que está pasando por una depresión crónica y me dice: «espero mejorar, aunque ahora no sepa cómo ni cuándo»; se que ese/a paciente tiene un «buen pronóstico», porque no se ha rendido.
Es más, la Psicología Positiva considera el Optimismo como una de nuestras fortalezas que si potenciamos y desarrollamos, contribuirán de forma muy beneficiosa a nuestro bienestar.
Se que nos da miedo tener esperanzas, ser optimistas, «esperar lo mejor», por el «batacazo» que podemos darnos…
Pero esperar «el golpe» lo único que consigue es que estemos en alerta, tensos y que nos duela más… Además de «ver golpes» donde en realidad no los hay…
Ya sabéis que en Psicología no hay «fórmulas magistrales», así que yo os voy a hacer mi propuesta y vosotros/as elegís, como siempre 😉
«Siempre que puedas y que la situación lo permita, no esperes nada.
Simplemente, mantente conectado/a con el momento presente, disfrútalo, gestiónalo, ten los ojos bien abiertos.
Y cuando acuda a tu mente el famoso: «Y si…«, contéstale amablemente:
«Ahora mismo no puedo saberlo, si ocurre, me ocuparé de ello entonces. Confío en mi e igual que he gestionado todas las demás cosas de mi vida, gestionaré esto también«.
Espera lo mejor si eso te carga de energía, si te hace enfrentar lo que sea a lo que te estés enfrentando con una sonrisa, con fuerza, con determinación, aunque no sea «realista».
Elige esa actitud porque es la que te va a ayudar a perseverar en tu empeño, no porque te estés engañando.
Se consciente de la información que tienes disponible (no se trata de engañarnos a nosotros/as mismos/as), pero no dejes que sea esa información quien decida por ti.
Tú eres dueño/a de tus decisiones, de tus actitudes, de tus pensamientos.
Y si la cosa realmente «pinta muy mal», en realidad no es necesario que esperes lo peor, es suficiente con que tomes las medidas oportunas para prevenir posibles daños o consecuencias.
Esa es la base de la prevención.
La prevención tiene sentido, el hacer planes también, el solucionar lo que pueda solucionar, por supuesto, incluso el tener planes de contingencia.
Ahora bien, dejar de vivir por miedo… Como digo siempre, es tu elección, pero… ¿Realmente quieres que el miedo sea quien toma decisiones por ti en tu vida?»
Por último, a todos los/as optimistas incorregibles os digo:
«Gracias por ser como sois, gracias por compartir vuestro maravilloso regalo con el mundo, gracias por hacer del mundo un lugar mejor, gracias por dar esperanza a los demás y cargarles de energía, gracias por hacer sonreír a quien está triste, gracias por no daros por vencidos, gracias por estar ahí».
Y para todos/as en general, ya sabéis lo que dice la frase:
«Si no ha acabado bien, es que aún no ha acabado» 🙂