Puede que esté «pasado de moda» y no se vea en la televisión o en los medios de comunicación (porque cuesta mucho encontrar ejemplos), pero es una de esas cosas maravillosas que merece la pena conservar y cultivar.
La dulzura, desde mi punto de vista, no es sólo fruto del amor (que como ya sabéis, lo mueve todo en este mundo) sino que además es una actitud ante el mundo, una elección de vida.
¿Quieres discutir o dar un abrazo?
¿Quieres guardar rencor en tu corazón o cariño?
¿Quieres aceptar y respetar o machacar y juzgar?
¿Quieres disfrutar o penar?
Creemos que la dulzura, como la bondad, es una debilidad y no una fortaleza.
Sin embargo, las «personas dulces» son conocedoras de una realidad muy profunda y significativa que muchas personas no ven o no quieren ver (nunca se sabe…).
Y es que aún sabiendo que en este mundo hay «mucha mierda» (perdón, pero no se me ocurre una forma más clara de decirlo) e incluso habiendo vivido mucha de ella, eligen «quedarse con las flores» y regalarlas con cariño siempre que pueden.
No se trata de no ver «la realidad», se trata de elegir «tu realidad» y de cómo vivirla.
Se trata de vivir en el amor y no en el rencor.
Hay tanto que se puede hacer, que se puede dar y compartir «con un poco de azúcar»…
Que yo os digo:
Dejar la sacarina para el café y el azúcar para la vida, ¡sabe mucho mejor!