¿Te ha pasado alguna vez?
Estar en conflicto, entre lo que piensas y lo que haces, lo que haces y lo que piensas.
Pues tiene una explicación.
Leon Festinger desarrolló una teoría al respecto.
La llamó «la Teoría de la Disonancia Cognitiva«.
En ella explica como los seres humanos tendemos a ser consistentes, buscamos una coherencia entre lo que pensamos y lo que hacemos, y la falta de esa consistencia nos genera malestar (en mayor o menor grado, dependiendo de la persona y la situación).
Por ello, cuando dos pensamientos, dos ideas, dos hechos, dos comportamientos, contrarios o incluso mutuamente excluyentes, entran en conflicto («Disonancia Cognitiva»), la persona tiene que re-formularlos para ajustarlos y recuperar así la consistencia, el equilibrio.
La «Disonancia Cognitiva» es uno de los objetivos, por tanto, y de las bases de la Terapia Cognitiva.
¿Por qué?
Porque es el modo en el que los seres humanos somos capaces de modificar, cambiar, nuestros pensamientos y sistemas de creencias y, en consecuencia, nuestro comportamiento.
Como podéis imaginar, el proceso es muy complejo ya que, como hemos comentado en alguna ocasión «somos animales de costumbres» y los mecanismos de nuestro cerebro funcionan en esa dirección, repetir lo mismo una y otra vez, esperando resultados diferentes, aunque no tenga ningún sentido.
Nuestro sistema de creencias se va estructurando desde que nacemos, en base a nuestras experiencias y aprendizajes.
Nuestro repertorio conductual, por su parte, se va asentado también con el tiempo y la práctica, llegando a automatizarse incluso.
Es, por tanto, uno de los grandes obstáculos que se encuentra la terapia, pero también uno de sus mayores «motores de cambio«.
Una de las principales técnicas que emplea la Terapia Cognitiva es el «diálogo Socrático«.
Su objetivo, precisamente, es promover la «Disonancia Cognitiva» en las áreas que la persona está encontrando dificultades y siente malestar significativo.
Una vez planteados los dos puntos de vista en «conflicto» se pueden entrenar nuevas habilidades (toma de decisiones, cómo recabar más información sobre ambos puntos, resolución de posibles conflictos, evaluación de alternativas,…), para que la «Reestructuración Cognitiva» tenga lugar, y la persona consiga integrar toda esa información, de acuerdo a sus creencias y valores, consiguiendo un mayor equilibrio y sentido en sus decisiones, en su comportamiento, y en su día a día.
Supongo que todo esto suena muy «manipulador«.
Y lo cierto es que lo es, sólo que el objetivo es el bienestar de la persona, ningún otro.
Las personas, después de hacer terapia, parece que han «cambiado», a veces, hasta convertirse en otras personas.
Pero ese nunca es el objetivo.
Cuando una persona hace terapia se dedica tiempo a si misma para averiguar cómo es y qué quiere.
En ese camino, recibe asesoramiento, apoyo e información, de todo lo que la persona necesite, desde cómo funciona nuestro cerebro, por ejemplo los «errores más comunes que cometemos al procesar la información» (llamadas Distorsiones Cognitivas), a cómo nos ven los demás, a qué técnicas se pueden utilizar para resolver ciertos conflictos, como qué hacer para conseguir sus objetivos.
La persona cambia, pero si lo hace (o al menos esa es la idea) es para ser más ella misma, no otra persona.
Cuanto más claras tenemos nuestras motivaciones y objetivos, nuestras potencialidades y nuestras dificultades, lo que queremos y lo que no, más «auténtico» y «genuino» es el resultado que conseguimos.
Viene a mi mente ahora una técnica que normalmente se utiliza en la terapia y que creo que puede servir de ejemplo.
La llamamos «Contraste con la realidad«.
Se utiliza cuando la persona se queda «enganchada» en un pensamiento (que suele representar un miedo y está formulado en términos absolutistas y catastrofistas).
Ese pensamiento limita a la persona, la tortura y no puede gestionarlo.
El ejercicio que planteamos consiste en pedir a la persona que recabe información «objetiva», en su día a día, respecto a ese tema, para que después pueda decidir si, a la luz de los datos, esa idea puede mantenerse o ha de ser reformulada o directamente descartada y sustituida por otra.
En muchas ocasiones, como podréis imaginar, lo que ocurre es que la idea no se sostiene, y es más «adaptativo», por no decir que «se ajusta más a la realidad», reformular esa idea o descartarla.
Tanto nuestros pensamientos como nuestros sentimientos afectan directamente a nuestro comportamiento, y a la inversa.
Si mis pensamientos se ajustan más a la realidad, también lo harán mis sentimientos y emociones (aunque es cierto que ese proceso, en ocasiones, puede llevar algo más de tiempo, ya hablamos de querer y odiar lo mismo, a la vez), y como resultado mi comportamiento será más adaptativo, más ajustado, más efectivo y eficaz, en consecuencia.
En resumen, si te has «pillado» a ti mismo en medio de ese conflicto, entre lo que piensas y lo que haces, lo que haces y lo que piensas, estás en el momento perfecto de plantearte un cambio, un cambio para volver a ser más tú y recuperar tu camino a la felicidad, sólo tienes que empezar a trabajar en él.
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