¿Qué nos dicen realmente?
Las etiquetas, aparentemente, son un «instrumento del lenguaje» que nos permite referirnos a una cantidad más amplia de información, con un significado compartido por nuestra cultura, con sólo una palabra.
¿Son hechos o valoraciones?
La mayoría de las veces, las etiquetas son valoraciones, por lo que podemos llegar a categorizar personas, comportamientos, cualidades, objetos, situaciones,… creando un ranking, comparando, degradando, ensalzando,…, según el caso.
¿Para qué sirven, entonces?
Se trata de «significados compartidos», socialmente establecidos, dependientes de la cultura en la que nos encontramos, que tienen un gran peso a la hora de interpretar la realidad, de modo que nos ayude a comprender, procesar e interpretar la información, de cara a ayudar, además, en la comunicación interpersonal.
La interpretación que hacemos cada uno/a de su significado es diferente ya que las asociaciones que hemos hecho y hacemos, así como la construcción de dicho significado es personal.
Aún así, nos resulta «cómodo» movernos en este sistema, en el que parece que todo está «atado», colocado en su lugar, bien ubicado para que así sepamos a qué atenernos, por dónde nos andamos, de modo que sepamos qué esperar y qué hacer.
Pero es sólo una ilusión.
La realidad es mucho más compleja.
Como dice la PNL, el mapa no es el territorio.
Una etiqueta no es la persona, no es la situación, no es la relación,…
Una etiqueta no es una definición, aunque nos de información.
Las etiquetas sólo limitan la realidad, no la explican, no nos ayudan a entenderla mejor.
En realidad, la reducen, la simplifican, y «aparentemente» esto nos «facilita las cosas», sin embargo, lo que suele ocurrir, es que perdemos tanta información, que los errores se multiplican, por no hablar de los «malos entendidos» y las confusiones.
Los psicólogos/as no solemos facilitar «un diagnóstico», y es precisamente por este motivo.
Porque las «etiquetas» pueden causar más perjuicio que beneficio, «estigmatizando» a la persona, no ayudándola a entender su problemática, ni cómo gestionarla, ni cómo resolverla, sólo colgándola un «san Benito», una losa con la que cargar, una «marca de la vergüenza», una huella, a veces, imborrable.
Las etiquetas nos limitan a una cajita en la que podemos movernos, y fuera de la cual no podemos salir.
Las etiquetas pueden hacernos mucho daño, sin embargo, el mayor de ellos ocurre cuando las hacemos propias, cuando las integramos en nuestro propio autoconcepto, en la visión que tenemos de nosotros/as mismos/as, sin tener en cuenta, tan si quiera, lo que realmente pensamos nosotros/as al respecto.
Creo que fue en una película donde escuche esta frase:
«Las etiquetas, sólo para la moda».
Una etiqueta no te dice quién eres ni quién es el/la otro/a, tal vez, lo único que haga, sea limitar tu libertad para decidir quién eres, si ese es el caso…
¿Qué etiqueta vas a elegir tú?
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