Los psicólogos somos «Guías».
Nuestro trabajo consiste en saber hacer las preguntas adecuadas para generar cambio y «disonancia cognitiva».
Así que, para empezar, de la terapia puedes esperar que te hagan preguntas, muchas preguntas.
Al fin y al cabo, tu terapeuta necesita conocerte, en profundidad, para poder ayudarte, para poder darte la posible solución u opción que mejor se ajuste a ti.
Puedes esperar sorpresa, expectación y tal vez confusión, ya que vas a descubrir cosas de ti mismo/a que no sabías que estaban ahí y que no te esperabas, y te vas a quedar «ojiplatico/a», pero esa fase pasa.
Siempre digo que me hubiera encantado que cuando me licencié me hubieran dado una «varita mágica», pero no nos la dan.
Eso significa que en tres sesiones (por decir algo) no vas a estar tan campante y «listo/a para volar».
El proceso terapéutico lleva su tiempo.
Lo se, no es lo que querías leer, pero, como digo siempre… «Yo no hago «negocio» mintiendo».
Es importante tener las expectativas claras.
Espera posibles «malos entendidos», al fin y al cabo, otra persona te está conociendo y puede no entender lo mismo que tú respecto a algo, con las mismas palabras.
Sincronizarse lleva algún tiempo, tampoco demasiado, ahora bien, no tengas problema en aclarar todo lo que necesites aclarar, especialmente si crees que no se te está entendiendo.
Hablarás mucho sobre sentimientos, emociones y qué sientes respecto a diferentes cosas, personas y situaciones, cosa a la que no estamos acostumbrados, pero que es muy necesaria, ya no sólo a nivel terapéutico, sino personal, porque te permitirá entender tanto tus pensamientos como tus reacciones en un momento dado, así como tu evolución en el camino de la vida.
El miedo a veces aparece también, tanto por lo desconocido como por ese rollo «freudiano» que tenemos en la cabeza de que algo terrible, horroroso y espantoso va a salir de la terapia.
Así como la rabia, por ver cosas ahora que no estabas viendo, descubrir cosas de ti mismo/a que no sabías que estaban ahí y que puede que te hayan «perjudicado» o simplemente no te gusten.
No esperes un diagnóstico, la mayoría de las veces no lo damos, y es que los/as psicólogos/a sabemos que un diagnóstico no ayuda a que se resuelvan las cosas, ahora bien, entenderte mejor, conocerte, comprenderte y aceptarte, sin duda, lo hará.
Se encenderá la luz, la luz en tu vida, la luz respecto a los demás, tu entorno, y tu mismo/a, y a veces te puede cegar parcialmente, al menos momentáneamente, hasta que tu vista se adapte a esa «nueva luz».
Tu psicólogo/a no va a tener todas las respuestas ni te va a decir que tienes que hacer.
La terapia es tu guía para que encuentres tus respuestas, no para que te ordenen lo que tienes que hacer.
Tendrás que trabajar, tanto en la terapia como en tu día a día, para implementar soluciones y para pensar, meditar y procesar las cosas que hayas visto en consulta.
Nuestro cerebro es una máquina que no deja de trabajar, de modo que después de las sesiones tendrás muchas piezas que encajar en tu puzzle.
Puede que al principio tengas la sensación de que ir al psicólogo/a es como ir al fisio, que después de ir te deja dolorido/a y «hecho polvo/a».
No nos engañemos, hay cosas que al removerlas, duelen.
Pero igual que ocurre con el fisio, el alivio posterior y la recuperación de movilidad, en este caso de comprensión de nuestro entorno y de nosotros/as mismos/as, así como una mejor adaptación, ocurren y merecen la pena.
Pasadas unas sesiones que tal vez puedan resultar algo incómodas, sobre todo porque tengas cierto reparo en qué va a ocurrir y cómo va a ir, vas a estar deseando que llegue vuestra próxima cita, para compartir con tu terapeuta lo que ha ocurrido durante la semana, lo que has pensado, de lo que te has dado cuenta, lo que quieres trabajar a continuación y a dónde quieres llegar, cuál es tu objetivo, en ese momento, a la luz de todo lo experimentado, vivido y comprendido.
Sentirás cierto «cariño» por tu psicólogo/a, al fin y al cabo, es una persona que está ahí para ti, que te comprende, te acepta tal y como eres, te apoya y no te juzga, cuyo tiempo dedica única y exclusivamente a ti, y cuyo único interés es tu bienestar y felicidad (¿cómo no sentir cariño?).
Y sobretodo, sobretodo, espera lo inesperado y llegar a una «versión de ti mismo/a» con la que soñabas pero que tal vez te costaba imaginar.
Serás más tu mismo/a y más feliz, eso seguro.
Ahora bien, este proceso, el de autodescubrimiento de uno/a mismo/a y de su felicidad, es «un trabajo para toda la vida», en el que podrás contar con el apoyo de tu psicólogo/a, siempre que lo necesites.