La solemos asociar (o eso creo) con hombres que de repente se apuntan al gimnasio, se compran una moto o un descapotable (o al menos se lo plantean), empiezan a arreglarse más, salen o quieren salir más, se dejan bigote o barba (o se lo quitan), empiezan a «fijarse» en mujeres más jóvenes, etc.
Pareciera pues que se trate de un cambio significativo en las «costumbres» y los «hábitos» de las personas que cumplen esa edad, los 40.
Cambio que asociamos con una vuelta a los 20 (por decirlo así), con una especie de «involución», tal vez motivada por las obligaciones y responsabilidades, algo así como un «efecto Peter Pan» repentino.
Es entonces… ¿Un capricho?
Me preguntaron hace unas semanas sobre ella, y me quedé pensando…
Esto que denominamos la «crisis de los 40» o «crisis de la mediana edad», yo la he visto y tratado, en hombres y mujeres de 30, de menos de 30 y más de 40, también.
Yo, personalmente, no creo que sea ningún capricho.
Más bien, creo que es un momento de reflexión y cambio muy profundos, al que todos/as llegamos, en un momento u otro, y que puede darse más de una vez en la vida.
Desde un punto académico, yo lo relaciono con lo que, en términos de la Terapia de Aceptación y Compromiso, conocemos como «Depresión Exitosa» (no me gusta la traducción, así que os pongo el término original: «Successful Depression»).
Esta corriente la define como la depresión que se produce en un sujeto que, aparentemente, teniendo en cuenta las normas y convenciones sociales para su «sexo» y edad, «lo tiene todo», y sin embargo no sólo no es feliz, sino que padece depresión (e incluso sintomatología ansiosa, ya que ambos cuadros están muy relacionados y vinculados).
La explicación que da la ACT es que este cuadro depresivo ocurre en ese momento de la vida porque es el momento en el que la persona ha llegado a un momento de su vida en el que ya «ha conseguido todo» lo que la sociedad esperaba de ella (o puede que incluso ella, de ella misma): el trabajo estable, la pareja, la familia, la casa, el coche, el dinero, o lo que sea, y es entonces, cuando tiene esa «supuesta estabilidad» que, aparentemente, todos/as buscamos.
La persona, entonces, se encuentra, como dice ACT, en la «mitad de la escalera» y, gracias a esa estabilidad, puede «permitirse» el parar a plantearse qué viene después y si realmente es esa la escalera que quiere seguir subiendo, más aún, cómo ha llegado hasta allí y si es realmente lo que quiere.
En ese momento, especialmente si hemos estado funcionando en modo «piloto automático», paramos y empezamos a tomar conciencia de todo lo que hemos hecho, de las decisiones que hemos tomado y sus consecuencias, por qué las hemos tomado, de todo en lo que «nos hemos metido», de lo que tenemos y si es que lo queremos, del precio que hemos pagado y estamos pagando, de lo que hemos dejado atrás, etc.
¿Realmente crees entonces que es un capricho?
¿O es que somos tan ingenuos/as que creemos que en todo momento somos plenamente conscientes de lo que estamos haciendo y de sus implicaciones?
Más aún, ¿puede que estemos dando por sentado que vamos a querer lo mismo y de la misma manera, siempre?
¿Nada de lo que vivamos, experimentemos o conozcamos nos va a cambiar?
Y si llegamos a la conclusión de que lo que «tenemos» no es realmente lo que «queremos», por decirlo llanamente, nos venimos abajo.
Lo realmente complejo de este tipo de depresión no es ni su sintomatología ni su tratamiento, que si que tiene características muy específicas.
La auténtica dificultad de la «depresión exitosa» es que las implicaciones y consecuencias que puede llegar a tener, para una persona, el darse cuenta de todo esto, le supondría unos cambios tales y un nivel de aceptación de sí mismo/a y de sus circunstancias, así como de lo que está por venir, de tal calibre, que puede ser más de lo que pueda procesar y asumir.
Yo he visto, en la consulta y fuera de ella, hombres y mujeres como castillos que han «llorado como bebés desconsolados» al tomar conciencia de este hecho.
Y no me extraña.
Es muy duro, muy difícil, incluso desgarrador, el darte cuenta de que donde estás no es donde quieres estar, todo lo que supone «quedarse» en donde estás y lo que podría suponer «ir a donde quieres».
Pero, como podéis imaginar, el no tomar conciencia de este hecho puede ser aún más «perjudicial» incluso para la persona, ya que se sentirá muy triste, ansiosa, frustrada e incluso enfadada, sin saber por qué, y sin opción por tanto de cambiarlo.
No hay fórmulas mágicas, cada uno/a tiene que tomar sus decisiones.
He conocido casos de personas que «se han quedado donde estaban» y personas que «han ido a donde querían ir».
También hay casos intermedios, personas que deciden hacer ciertos cambios, pero no «radicales» podríamos decir, y ver qué pasa.
Ninguna de las opciones es fácil, todas tienen consecuencias, todas suponen aceptación y renuncia, de ciertas cosas.
Sea cual sea la decisión que tomes, o estés en el camino de tomar, tómate primero tu tiempo, tienes mucho en lo que pensar, que considerar y ponderar.
Y si necesitas ayuda en el proceso, no dudes en pedirla.