Siempre «tengo» que estar haciendo cosas…
Nada de tirarme en el sofá a no hacer nada. ¡Eso es de vagos!
Planes, quedadas, reuniones, organizar la casa, más planes, hasta mudanzas de amigos… ¡Lo que sea!
Y, a mí, me parece lo «normal».
¡Qué pérdida de tiempo, sino…! ¿No?
Aunque, si te digo la verdad… Estoy un poco exhausto y, me he empezado a notar, no se, como que voy corriendo a todas partes y estoy un poco… agobiado.
Pero es lo normal, ¿no?
Quiero decir, viviendo en una gran ciudad, todos llevamos este «ritmo de locos» de acá para allá… ¿Verdad?…
¿Os suena?
La palabra «normal» no nos gusta especialmente a los psicólogos porque creemos que etiqueta y estigmatiza, según como se use.
Pero, si os digo la verdad, no creo que haya una sola persona, sobre la faz de la tierra, que no haya sentido un gran alivio, más de una vez en su vida al haber escuchado la palabra… «Normal».
A mi no me interesa tanto qué es normal o qué no lo es, como qué te hace sentir malestar.
Si llevando ese ritmo de vida estás empezando a sentir síntomas de ansiedad y agotamiento, estás descubriendo que ya todo empieza a resultarte aburrido, sin mucho sentido, rutinario, podríamos decir, y te sientes un poco a la deriva, metido en una dinámica que no para, como si fuera un tiovivo, pero no recuerdas muy bien por qué te metiste en ella, y definitivamente, no tienes nada claro porque sigues en ella… Pero si sabes que, si paras, te sientes culpable, por no estar haciendo «algo productivo».
Entonces, ha llegado el momento de hacerse algunas preguntas porque, normal o no, algo está pasando.
Te lo dice tu cuerpo, te lo dice tu mente.
Escúchales.
Tendemos a pensar que si estamos involucrados en mil y una actividades, aquí y allá, con personas por todas partes, y planes, a cual más espectacular, entonces «todo va bien», y la consecuencia lógica y directa tiene que ser, forzosamente:
¡Que eres feliz, como un regaliz!
Bueno, dime, en tu experiencia y opinión…
¿Eres Feliz, sólo por tener tu agenda llena?
No poder parar ni un segundo, y digo «no poder», no «no querer».
Son cosas muy distintas.
«No quiero parar» significa que llevo el ritmo de vida que quiero llevar… Nada que decir al respecto. Adelante.
«No poder parar» significa que estoy atrapado en una dinámica que no tiene fin, hay momentos en los que realmente noto las consecuencias de una sobrecarga de actividad y me planteo la idea de que me beneficiaría cambiar de ritmo, pero «no puedo hacerlo», porque hacerlo, bajar el ritmo, me genera mucho malestar, me hace sentir culpable, incluso, así que sigo sin parar, en una inercia casi descontrolada.
Hay varias explicaciones posibles…
Puede que estés intentando llenar un vacío, puede también, y al mismo tiempo, que tengas miedo de quedarte sólo contigo mismo, por «lo que pueda pasar»: la soledad, tus propios pensamientos, el aburrimiento, asaltar la nevera, fumarte Tabacalera entera, disgustarte, entristecerte, sentirte sólo,…; puede que tengas miedo de la imagen que das a los demás, puede que tengas miedo de qué pasará si dejas de «ser productivo».
Dedicarse tiempo a uno mismo es fundamental para conocerse a si mismo, pero solemos dedicar infinitamente mucho más tiempo a conocer a los demás.
En nuestra cultura, en nuestra sociedad, nos han enseñado que las respuestas están afuera, no dentro de nosotros y, desde luego, que el modelo social de éxito es el de una persona extrovertida que tiene «más entradas en la agenda que la de Dios», y «más citas que la muerte».
Cuando pregunto: ¿Quién es la persona que mejor te conoce?
Raramente la respuesta es: yo mismo.
Y no sólo eso, sino que nos quedamos bastante desconcertados ante la mera posibilidad de que esa persona pueda ser yo.
Nos parece egoísta, «pagado de sí mismo», narcisista, incluso.
De la misma manera, cuando alguien me dice: Soy tímido y/o introvertido (porque son cosas diferentes), me lo dicen con una voz tenue y casi avergonzada, en un hilo de voz, como si estuvieran confesando un oscuro y aterrador secreto.
Bueno, parece entonces que la consecuencia lógica de todo esto es que lo deseable y esperable es:
¡No parar ni un segundo!
En caso contrario, eres un desastre, un fracaso, un paria, un perdedor.
No me parece entonces extraño que sintamos presión, por todas partes, para estar en «modo On», todo el santo día.
¿Qué pasa con lo que tú quieres? ¿Qué pasa con lo que tú necesitas?
Más complicado aún…
Porque claro, resulta que, «todos queremos ser felices».
Y a través de ese modelo que nos da la sociedad, nos dice claramente dónde está la Felicidad:
Si haces planes a todas horas, rodeado de personas diferentes, a cada momento entonces = «Eres Feliz».
¿No te habías enterado?
Llegados a este punto, si no habéis leído aún el artículo anterior, os invito a que lo hagáis ahora: «La Trampa de la Felicidad».
Y una vez que lo hayáis hecho, sabréis que nada de todo eso os hará felices, a no ser que tenga sentido para vosotros y, definitivamente, no vais a saber qué tiene sentido para vosotros y que no, si no os conocéis bien a vosotros mismos.
Yo me pregunto:
¿Qué sentido puede tener no dedicarme tiempo a mi mismo, para dedicarlo a hacer lo que «se supone que tengo que hacer para Ser Feliz»?