La Culpa

Como Wayne Dyer ya decía en su célebre libro «Tus zonas erróneas», es una de las emociones más inútiles que hay, junto con la preocupación.

La culpa nos hace vivir en el pasado.
Revisando una y otra vez lo que hicimos y sintiéndonos en el presente apesadumbrados/as, tristes, impotentes, frustrados/as, dolidos, malas personas incluso, responsables del «daño» causado a otros/as y/o a nosotros/as mismos/as cuando, en realidad, cada uno es responsable de sus emociones, no lo somos nosotros/as.

La culpa nos tortura.
Porque no podemos volver atrás, no tenemos una máquina del tiempo que nos permita deshacer lo hecho, reparar el «daño».

Me parece infinitamente más productivo vivir una vida con sentido para mi mismo/a, a cada paso, lo cual pasa por tomarse tiempo para tomar decisiones y procurar hacer lo que realmente queremos hacer, consiga los resultados que espero o no, y resolver lo que me encuentre en el presente, haciendo planes mirando al futuro, claro, pero centrados/as en el presente, que pasarme la vida mirando atrás con dolor y amargura.

Como ya os dije, no creo que las equivocaciones existan.
Pero ahora os voy más allá incluso…
La culpa es uno de los instrumentos que tiene la sociedad y la religión para «controlar» a las masas.
Su historia es ancestral, pero una construcción al fin y al cabo, no es una emoción inherente al ser humano, nos educan en ella.
Nos educan en ella para asegurarse de que no nos salgamos del «camino establecido», para que sigamos como «masa borreguil» y no nos planteemos qué queremos o qué no, sino que simplemente hagamos «lo correcto», «lo adecuado», «lo bueno», y así todo siga en su cuadrícula, controladito y sin dar «muchos problemas».
Pero… ¿bueno para quién? ¿Para quién es eso bueno, realmente?

No justifico la «maldad» o «mala voluntad», ni mucho menos.
Lo que digo es: si yo quiero hacer algo, lo que sea, por mí, por nadie más, procurando no dañar a otros, tomando las medidas a mi alcance para ello, desde luego, pero a sabiendas de que no puedo «controlar» ni predecir cómo se van a sentir los demás por mis decisiones, ni qué va a pasar… ¿Que hacer? ¿Seguir por el sendero o andar mi propio camino, aunque no sepa a dónde me lleve?

Os planteo esta imagen:
Imaginaros con 80 o 90 años, en vuestra mecedora favorita, viendo el tiempo pasar, las estaciones cambiar, revisando los detalles de vuestra vida, viendo fotos, recordando historias, reviviendo momentos…
Y todo ello, con una sonrisa en la cara, con satisfacción, sabiendo que nunca os rendisteis, que nunca os conformasteis, que seguisteis luchando aunque os flaquearan las fuerzas, y sobre todo cuando os flaqueaban las fuerzas, que hicisteis lo que realmente queríais hacer, en cada momento, que amasteis hasta la extenuación, hasta la locura, que caísteis y os levantasteis una y otra vez, que lo perdisteis todo y tuvisteis la fuerza de empezar de nuevo, con ilusión, con esperanza, que hicisteis el amor como posesos/as, con toda vuestra pasión, siempre que tuvisteis la oportunidad…

No se vosotros/as, pero eso es justo lo que yo quiero, más aún, así es, a día de hoy, porque yo elijo que la culpa no forme parte de mi vida, no la necesito, confío en mí, y soluciono y/o acepto lo que se me ponga por delante y la culpa no me permitiría hacerlo, sólo me torturaría.

La Banda Sonora para esta entrada viene de la mano de la maravillosa Barbra Streisand y el fantástico Barry Gibb: «Guilty»

Acerca de Cristina

Psicóloga Colegiada Torrejón de Ardoz
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