El amor es extraordinario.
En todas sus facetas es verdaderamente lo más sublime de esta vida.
Por eso no me parece ni tan si quiera lógico pensar que el amor de pareja sea el único y definitivo que necesitemos en nuestras vidas.
Como decían en la película de «Contact»:
«Si estamos solos… ¡Cuanto espacio desaprovechado!».
«Si el amor de pareja es el único auténtico y significativo que existe… ¡Cuanto amor desaprovechado!».
El amor es un tema que no deja indiferente a nadie.
Quien más, quien menos, todos tenemos algo que decir: por haber tenido muchas experiencias, por haber tenido pocas, por haber sufrido, por haber disfrutado…
Todos tenemos una idea en nuestra mente de cómo son las relaciones de pareja, de qué esperar de ellas, de cómo funcionan, cuáles son «los pasos» y cuándo se tienen que dar.
Como si contáramos con un «manual no escrito de las relaciones«.
Y, en cierto modo, tiene lógica.
El «modelo tradicional» en el que nos hemos criado seguía «unos pasos» previamente establecidos, los siguieron nuestros padres y nuestros abuelos (al menos, en teoría) y damos por hecho que son los que íbamos a seguir nosotros (o eso creíamos).
Ya sabéis: «chico conoce a chica» – «chica conoce a chico», salen un tiempo, se hacen novios, se prometen, se casan, tienen hijos, etc.
Ese modelo está obsoleto desde antes de que se «inventara», pero cumplía una función psicológica, como la mayoría de ellos: tratar de darnos una pauta ordenada de cómo se supone que son las cosas para que podamos seguir una serie de pasos que nos lleven (supuestamente) por la vida en un «camino recto» al éxito.
Ése al menos suele ser el propósito inicial, y no me cabe duda de que su intención era buena.
Al fin y al cabo, en un mundo lleno de opciones e incertidumbres, nos da cierta seguridad (aunque no sea real) el saber qué esperar y qué va a pasar, nos tranquiliza.
Cuando nos vamos enfrentando a la realidad, cuando la vamos viviendo, paso a paso, vemos que no hay modelos posibles, que cada uno hacemos las cosas a nuestra manera, y que no hay dos formas de querer iguales ni dos parejas iguales.
Pero seguimos con la cantinela, aunque el modelo sea uno u otro, al final todo gira en torno a la pareja y a la maternidad.
La relación de pareja no da la felicidad.
No en exclusiva, al menos.
Pensarlo bien, por un momento.
Podéis tener una relación de pareja absolutamente maravillosa y que sea justo todo lo que habíais soñado y más, pero si tenéis problemas con vuestros amigos, compañeros de trabajo, no os habláis con vuestros padres o discutís con vuestros hermanos cada vez que os veis, vuestro corazón no estará completo, sentirá dolor, le faltará amor.
No pretendo hacer un listado ni relación de qué tipos de amor necesitamos o no necesitamos para ser felices, podría ser infinita.
No creo que pueda existir tal cosa, porque cada persona es diferente y su forma de amar también, no hablemos ya de su felicidad.
Buscar pareja o no buscarla, qué hacer al respecto…
Podría dedicar el blog entero sólo a hablar del amor y no acabaría nunca, no hay día que no aprenda algo nuevo sobre él, y siempre consigue sorprenderme.
El amor está en cada una de las pequeñas y grandes cosas de la vida, simplemente está ahí esperando a que lo descubramos y a que lo experimentemos.
Uno de los últimos «amores» en llegar a mi vida ha sido «el amor a la naturaleza«.
Lo descubrí hará unos 3 años, nos fuimos enamorando, conociéndonos y ahora cuando estoy varias semanas seguidas sin que nos encontremos, simplemente… me falta algo.
Cuando el amor es lo que guía nuestro camino, lo encontramos a cada paso, nos acompaña y nos llena.
Tengas pareja o no la tengas, tu vida puede estar llena de amor si tu decides llenarla con él.
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