Parece que este «diagnóstico» está de moda en esta temporada otoño/invierno.
Amigos, amigas y pacientes con los/as que hablo de ello y me preguntan si creo «que lo tienen» casi como si fuera cáncer.
Aunque tampoco me extraña, lo cierto es que todo nuestro «trabajo» remunerado o no, desde que nacemos, tiene como objetivo (no el único, por supuesto) que seamos «independientes«. Así que si de repente llegan y nos dicen que somos «dependientes«, nos tiemblan las rodillas y nos planteamos: ¿¡qué demonios hemos estado haciendo!?
Lo primero que os voy a decir es que yo, salvo contadas excepciones, no trabajo con diagnósticos, primero porque «traumatizan» y «estigmatizan» a la persona, segundo porque suelen aportar muy poco respecto a qué hacer o cómo hacerlo.
Dicho esto, la dependencia emocional no es un diagnóstico como tal, si me apuráis es cómo etiquetamos un patrón determinado de comportamiento, y la valoración que hacemos de estas etiquetas en concreto es realmente funesto.
- Necesitar que otros nos quieran para que nos queramos a nosotros mismos (a veces simplemente para que no nos odiemos tanto a nosotros mismos).
- «Aguantar«, si digo aguantar, en una relación, aunque nos esté haciendo trizas (relaciones tóxicas), porque tenemos un miedo atroz a que nos «abandonen», a «estar solos», a «que nadie nos quiera»,…
- Encadenar relaciones que no son lo que realmente queremos, y si no encandenarlas en el tiempo, si haber tenido una serie de ellas.
- Tener nuestra autoestima por los suelos si no tenemos pareja, fundamentalmente por este motivo.
Y más razones, argumentos y motivos por los que llegamos aquí, a la dependencia emocional, a escuchar estas palabras de otros labios, refiriéndose a nosotros, o leyéndolas en un artículo, entrada de blog o un libro y sintiéndonos identificados con ellas.
Nuestra respuesta puede ir desde la rabia a la tristeza pasando por la amargura, la desazón, el miedo y la inseguridad.
Os puedo decir que las personas que me han dicho que han leído libros sobre este tema no han sentido ningún consuelo ni han encontrado respuestas a cómo actuar de otra manera o salir de ese círculo vicioso que han establecido en sus relaciones sentimentales y el motivo es que depende de cada caso y no hay fórmulas magistrales, como suele ocurrir habitualmente en psicología, cada caso, necesita ser estudiado y si, necesitas un profesional que te ayude con ello. Habrá excepciones, como siempre, pero lo que si os puedo decir es que, aunque lleguéis a la conclusión de que «eso es lo que os está pasando», no se sale limpio después de revolcarse en un lodazal.
Aceptar nuestra parte de responsabilidad en lo que sea que hagamos en nuestra vida que nos haga sentir mal, inferiores, pequeños, poco valiosos, tristes, insignificantes, etc., es parte imprescindible para poder realmente cambiar algo.
La buena noticia en este terreno es que efectivamente hay mucho que podemos hacer si nos hemos metido en este círculo vicioso en el que ponemos por delante a otra persona (la que sea) por delante de nosotros, y no por necesidad, como podría ser en el caso de una persona enferma, por ejemplo (aunque incluso en este caso hay que tener bien claros donde están los límites, ocuparse de otra persona no es «desocuparse» de uno mismo), sino por miedo.
El miedo es una emoción muy muy poderosa y también necesaria, pretender no sentirla nos convierte en kamikaces, no en valientes. Además, pensar que si no fuera útil, no estaría presente en otras especies, ¿no os parece? Ahora bien, el miedo «descontrolado» nos limita en nuestras vidas, no las hace más seguras.
La dependencia emocional tiene sus raíces en un vínculo de apego inseguro, el primer vínculo afectivo que se crea con nuestro cuidador principal y que será la referencia en los vínculos afectivos que establezcamos después y que, en este caso, y por distintos motivos, no nos ha nutrido de la seguridad y el apoyo que necesitábamos, o bien, nos ha sobre-protegido, educándonos en la creencia de que el mundo es un lugar peligroso del que hay que protegerse y al que hay que temer.
Puede que tú pienses que no es tu caso, o que realmente no ha sido para tanto lo que has vivido en tus experiencias tempranas, pero es que en esto no hay «jodidómetro» (perdón por la palabra, pero a cada uno le duele su dolor, y sólo tú sabes hasta dónde llega tu dolor, independientemente de la «magnitud» de la causa).
Una última cosa que quiero deciros a este respecto: es posible que vuestra forma de comportaros con esa/s persona/s este reforzando su comportamiento «abusivo» hacia vosotros, y esa parte es responsabilidad vuestra, pero tener en cuenta que eso es una explicación de por qué se mantiene en el tiempo, en ningún caso una justificación.
Debe estar conectado para enviar un comentario.