Haz eso que siempre has querido hacer

Pero que no te has atrevido a hacer, hasta ahora…

Sé que tienes motivos muy buenos y seguramente muy numerosos para no hacerlo, pero…
¿Y qué más da?

Quiero decir, si resulta que ha pasado el tiempo desde que te lo planteaste por primera vez, y la idea te sigue rondando la cabeza…

Vuelves a ello de vez en cuando…
O una vez tras otra…

Lo aparcas por un tiempo, te centras en otras cosas “más importantes” o “más urgentes”…
Pero sigue ahí…

Y de repente, tal vez, te ves metido/a en una de esas conversaciones de…
¿Tú qué querías ser de mayor?
¿Cuáles eran tus sueños?
¿Cómo te imaginabas tu vida?
O cualquiera similar, que también me vale.

O tal vez veas una de esas películas de superación personal, de una persona que deja su vida y su “zona de confort”, y se va a la India o a escalar el Everest o a convertirse en chef a París…

Venga de donde venga, una pregunta viene a tu cabeza, sin remedio, sin poder mirar a otro lado:
¿Pero qué coño estoy haciendo con mi vida?

(Perdón por el taco, pero si lo quitas, la pregunta no es la misma).

Luego llega la factura de la luz…
O te llama tu madre por teléfono…
O tienes que hacer la cena…
O acabar un informe para tu jefe/a…
O pasa una mosca volando…
Y lo vuelves a aparcar.

Somos realmente fantásticos/as, muy hábiles e inteligentes, somos capaces de argumentarnos a nosotros/as mismos lo que sea:
No es el momento…
Tal vez más adelante…
Si realmente lo quisiera, ya lo habría hecho…
Bla, bla, bla…

Hasta que llega un momento, en que más o menos lo tienes “todo controlado o encauzado”, no hay nada que requiera tu atención inmediata, y ahí sí que te paras y piensas:
¿Cómo cojones he llegado hasta aquí? (Y perdón de nuevo)

Y, requeté perdón, pero entonces, entonces te das cuenta:
¡Estas jodido o jodida!

Los teóricos lo llaman “Depresión Exitosa”, que vendría a ser algo así como haber llegado a la mitad de la escalera de la vida (de ahí también lo de crisis de la mediana edad, aunque te puede pasar en cualquier momento de la vida), y pararte, en un punto en el que se supone que has conseguido todo lo que se espera de ti («cojo-casa», «cojo-trabajo», «cojo-coche», «cojo-familia»), pero estás deprimido, no eres feliz.

¿Por qué?

Porque no te has parado a pensar en qué es lo que realmente te hace feliz a ti y qué tienes que hacer para conseguirlo, y hacerlo, claro.
Puede que por miedo.
Puede que por pereza.
En cualquier caso, lo has dejado pasar, te has dejado llevar por la corriente.
Y ahora que no hay nada urgente de lo que ocuparse…
O que estás saturado/a por tanta carga y obligación, de un proyecto, que realmente ni te va ni te viene…
Te das cuenta de que estás en medio de la fiesta “equivocada”.
Porque no va contigo, no te lo estás pasando bien.
Puede que ni si quiera la gente que haya en ella te caiga bien.
Y resulta que te has gastado un mogollón de pasta y de esfuerzo en llegar hasta ella.
Pero te aburres.
No te gusta, no te gusta la fiesta, ni te gusta tu vida.

Así que como decían, en medio de cualquier conversación, en la película de Disney “Up”:
“¡ARDILLAAAA!”

Acerca de Cristina

Psicóloga Colegiada Torrejón de Ardoz
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