La respuesta parece evidente, pero no lo es.
Cada persona que pasa por nuestra vida es un regalo.
La forma en la que llegue, el momento en el que lo haga, cómo se vayan dando las cosas y el tipo de relación que lleguemos a tener con cada una de esas personas, es a lo que me refiero aquí como «envoltorio«.
Y es que parece que sólo podemos valorar a una persona en «su plenitud», si nos cuesta mucho «conseguirla» (de ahí la célebre frase de «hacerse valer») y si además se da justo en el orden y la forma que queremos y esperamos que ocurra.
El valor de una persona no depende de cómo la vea otra
Ya os hablé de que las cosas son como son, no como nos gustaría, y que no tiene ningún sentido que «nos perdamos algo», solamente porque no viene justo en la forma en la que nos habíamos imaginado que lo haría.
Cada vez que oigo algo así como: «es un chico estupendo, atento, divertido, inteligente, tenemos muchas cosas en común, pero… es feo», «me encanta ese chico pero, está demasiado pendiente de mí y eso me hace perder el interés»,… (y en vez de chico, podríamos decir chica, por supuesto).
No puedo evitar pensar que nuestras expectativas, una vez más, cuando no nuestros propios esquemas mentales de como «deberían» ser las cosas, están hablando por nosotros y que, más aún, podemos llegar a ser terriblemente injustos y crueles con otra persona, sólo por ese motivo, sin pretender serlo.
Desde luego que si no te sientes atraído por otra persona, la relación no va a funcionar.
Pero no sentirme atraído por una persona, es una cosa, y «acusarla» de «fea», es otra muy distinta.
Seguramente sea nuestra propia frustración la que está hablando, pero la otra persona no tiene la culpa, como podéis imaginaros, de nuestra frustración.
Respecto al segundo ejemplo que os ponía… ¿Qué os puedo decir?
Seguimos teniendo ese horrible modelo preconcebido de cómo se supone que tienen que desarrollarse las cosas en una pareja, y como se salga un centímetro, descartamos la relación de un plumazo.
Recuerdo todavía cuando vi las películas de Crepúsculo y leí los libros de «50 Sombras de Grey», porque mis pacientes me hablaban de ambos como «las grandes historias de amor de nuestro tiempo», y de sus personajes como «auténticos hombres», y me preguntaban mi opinión.
Cuando descubrí que los modelos que se estaban dando, en ambos casos, eran de auténticos perfiles de acosadores/controladores, que seguían ahondando en ese mito inexistente y tan dañino de que «tienes que cambiar a tu pareja», y que de hecho eso ocurrirá, porque «las personas cambian por amor», al mismo tiempo que dando un modelo totalmente irreal de mujer dependiente, vulnerable y frágil a la vez que fuerte, decidida e independiente, casi me da un pasmo.
Ya por no hablaros de esa fantasía en la que, la otra persona, satisface cada uno de mis deseos, necesidades y anhelos, antes incluso de que yo haya tenido tiempo de tenerlos tan si quiera, porque «eso es el amor».
¿Eso es amor?
Eso es videncia, ciencia-ficción y la receta perfecta para ser infeliz, para estar insatisfecha, frustrada, decepcionada y acabar odiando lo que amamos, en consecuencia, porque esos «modelos aparentemente perfectos sobre el papel» no existen.
No es realista y ya va siendo hora de que dejemos atrás esos modelos completamente absurdos, despiadados y profundamente dañinos para todos.
El «envoltorio», en este caso, la apariencia, puede ser de una persona entregada, atenta, galante, detallista, apasionada, entusiasta, pero hay que ir un pasito más allá, porque tal vez lo que subyace es algo muy distinto, se trate de un hombre o de una mujer.
De la misma manera que, porque mi pareja no satisfaga, como os decía, cada uno de mis deseos, necesidades y anhelos, no significa que no me quiera, que no le importemos yo y mi felicidad o que no quiera compartir su vida conmigo.
No es sólo que yo sea la responsable de satisfacer mis necesidades y cuidar de mí, es que, además, mi pareja tendrá su propia forma de hacer las cosas, la suya, no la del cuento de la Cenicienta, la Bella Durmiente o vaya usted a saber que «historia de ciencia-ficción», que no existen.
La próxima vez que una persona llegue a tu vida, plantéate:
¿Voy a ocuparme de conocer a esa persona y decidir si la quiero en mi vida o voy a seguir los pasos de un «modelo inventando por otras personas» para garantizar mi insatisfacción y hacer daño a otra persona y a mi misma?