A veces es una lucha, un pulso con nosotros/as mismos/as.
¿Queremos recordar aquel tiempo en que fuimos tan felices u olvidarlo?
Se suele decir que: «todo tiempo pasado fue mejor».
Y lo cierto es que nuestro cerebro está preparado para recordar mejor «lo bueno» que «lo malo».
De hecho, si fuéramos capaces de recordar con todo detalle e intensidad nuestro peor dolor de muelas…
Muy posiblemente nos volveríamos «locos/as».
Nuestro cerebro es una gran «máquina» que está diseñada para «protegernos», para asegurar nuestra supervivencia.
Una de sus «funcionalidades» es que selecciona qué recordamos y qué olvidamos.
Por mucho que nos empeñemos en olvidar, no funciona, como seguramente ya habréis podido comprobar por vosotros/as mismos/as.
Se suele decir que, olvidar, es cuestión de tiempo… Pero no siempre es así.
Por cierto, aquí sólo un apunte, porque desarrollaré el tema en otra entrada, pero, de momento, tener en cuenta que nuestros recuerdos no son copias fidedignas de lo que ocurrió ni cómo ocurrió.
Yo os puedo poner un ejemplo personal.
Este octubre hará 14 años que mi abuela paterna falleció.
Aún recuerdo sus manos, su olor, las arruguitas de su cara, como cantaba coplas mientras hacía la casa, su ensaladilla rusa, su acento andaluz,…
Me acuerdo de ella, cada día.
Al principio, recordar todo eso, me hacía llorar como una magdalena de tristeza, añoranza, nostalgia, pena, dolor por su ausencia.
Ahora, cada vez que me acuerdo de cualquiera de esos detalles, incluso ahora que lo estoy escribiendo, me emociono y las lágrimas se agolpan en mis ojos, sin embargo, soy tan feliz de poder recordarla así, porque así, vive en mi recuerdo, vive en mí, sigue a mi lado, no se ha ido, no del todo.
Puedo hablar con ella cuando quiero, imagino lo que me diría, la cara que pondría al ver que tengo el pelo más corto y rojo, lo contenta y orgullosa que habría estado cuando me licencié, lo que la preocuparía que fuera autónoma,…
Hay personas y situaciones, momentos, que no olvidamos, por mucho que lo intentemos, están impresos en nuestra memoria, a fuego.
«Se nos agarran por dentro», es la mejor manera que se me ocurre de explicarlo.
No empeñamos en «sacarlos», «echarlos fuera», pero no lo conseguimos.
De hecho, cuanto más lo intentamos, más presentes están.
Es como el mítico ejercicio… ¿Preparados/as?
Lo único que tienes que hacer es concentrarte y «no pensar en un Elefante Rosa».
Sólo eso, «no pienses en un Elefante Rosa», concéntrate y «no pienses en un Elefante Rosa».
¿En qué estás pensando?
Lo se, en un… «Elefante Rosa».
(En alguna ocasión alguien me dice que en un «Elefante Azul» o alguna de sus variantes… Bien, «acepto barco», pero para crear esa imagen… ¿Sabes en qué has pensado primero? ¿Adivina?)
Se que me repito como la cebolla, y que ya os lo he dicho muchas veces, pero si, aquí viene, otra vez: no tiene ningún sentido ir en contra de nosotros/as mismos/as, no funciona.
Nuestra naturaleza es la que es, no cambia.
En consulta siempre digo: yo me ocupo de entender y comprender, no de juzgar, criticar, ni machacar.
¿Por qué digo esto?
Porque me parece bastante más interesante y «productivo» que os ocupéis de entender por qué recordáis lo mismo una y otra vez, que «machacaros» por hacerlo.
Es muy posible que vuestro cerebro este «tratando» de deciros algo, y no lo estéis entendiendo.
Más aún, nuestro cerebro, como nuestro cuerpo, nos hablan, y cuando no los «atendemos», empiezan a ¡gritarnos!
Es como la ansiedad, no suele empezar con una «crisis de ansiedad» o un «ataque de pánico» brutal.
Nuestro cuerpo y nuestro cerebro nos han estado dando muchas «señales» bastante tiempo atrás, pero no les hemos hecho ni caso.
Y cuando eso ocurre… Pues bien, nuestro cuerpo y nuestro cerebro, redoblan esfuerzos, hasta que los escuchamos.
Del mismo modo, cuando algo «muy traumático» nos ha ocurrido, es frecuente que nuestro cerebro, en cierto modo, lo «bloquee», y no seamos capaces de recordarlo, por mucho que lo intentemos.
La conclusión final es…
Escuchar a vuestro cuerpo, escuchar a vuestro cerebro.
Esforzaros por entender y comprender, de ese modo hallareis las respuestas que estáis buscando.
Dejar que «las cosas sigan su curso», y si veis que la situación empeora o no mejora, consultar a un especialista.