Damos por hecho (porque puede que durante mucho tiempo ni si quiera nos planteemos otra opción) que nacemos y nos criamos, justo en el lugar apropiado para nosotros/as, al fin y al cabo, nos educamos y nos formamos como personas en esos entornos, por lo que es lógico que no nos planteemos cambiar de escenario, ya que una gran parte de nuestras vidas la dedicamos a formar parte de hecho, de esos entornos, a ser uno más.
Durante la adolescencia, por el contrario, nos identificamos con nuestro «grupo de iguales», para diferenciarnos de nuestro «grupo de referencia» (nuestra familia en la que hemos comenzado nuestro proceso de “socialización”). Los padres de un/a adolescente saben a qué me refiero, nos “rebelamos”.
Pero es una fase más, del proceso de “integración/adaptación” en/a nuestro entorno.
Sin embargo, en ocasiones, por mucho que nos esforcemos, por mucha terapia que hagamos, por mucho que intentemos “amoldarnos” a nuestro entorno, no lo conseguimos.
Podríamos decir que, desde un punto de vista psicoterapéutico cognitivo-conductual, en terapia trabajamos fundamentalmente en lo que pensamos, en lo que hacemos, y en lo que hay por debajo de eso, es decir, en nuestros patrones (tendencias, pautas).
Diferenciemos en primer lugar entre patrones desadaptativos, independientemente de nuestro entorno, y patrones desadaptativos para ese entorno, que es lo que nos interesa en esta entrada.
Por ejemplo, según Beck y cols. (1979) la depresión es un desorden del pensamiento, en el que hay tres patrones cognitivos distintivos (la tríada cognitiva), que consisten en: una visión negativa de uno mismo, una visión negativa del futuro y una visión negativa del mundo. Estos patrones de pensamiento son desadaptativos por sí mismos, independientemente de nuestro entorno.
Otro ejemplo, que yo considere pagar la cuenta a medias, cuando tengo una cita “romántica” con alguien, según la cultura, puede ser más o menos «adaptativo», ya que en las culturas nórdicas se verá como algo “lógico”, mientras que en las culturas latinas (es una generalización, con propósito de ejemplificar lo que digo, no de generar polémica), es muy posible que se vea como una intromisión, como un freno en el proceso de cortejo o seducción, un patrón desadaptativo para ese entorno.
En conclusión, y simplificando (con el riesgo que supone), cuando uno de mis patrones, bien sea de pensamiento o de comportamiento, me genera malestar, esté donde esté, me encuentre donde me encuentre, lo más probable es que se trate de un patrón desadaptativo por sí mismo, no dependiente de la situación o la cultura.
De este modo, lo que dicta la lógica es:
Si mi/s patrón/es es/son desadaptativo/s por sí mismo/s, trabajar en él/ellos es lo más beneficioso para mi bienestar y desarrollo, en principio.
Si mi/s patrón/es es/son desadaptativo/s para mi entorno, o bien trabajaré para adaptar mis patrones a dicho entorno, o bien buscaré un entorno más propicio y en línea con mis patrones (incluso valores).
Sé que tal vez todo esto que estás leyendo te parezca de perogrullo, una obviedad. Pero te sorprenderías de la cantidad de personas que acuden a mi consulta, no con esta demanda en concreto, porque no es el tipo de análisis que solemos hacer sobre lo que nos ocurre, pero con este hecho en la base de muchos aspectos de su malestar.
Y es por este motivo, entre otros, que consideré escribir una entrada a este respecto, para dar luz, cuando sólo vemos sombras, para compartir que hay soluciones, que hay opciones, que hay posibilidades, por complicadas que puedan llegar a parecer o miedo que nos puedan dar.
La liberación que puede llegar a ser para un ser humano, saber que no hay nada de malo en él, que no tiene que luchar contra los molinos de viento, ni agotarse nadando contra corriente, sino que tal vez, simplemente, no ha encontrado aún su lugar en el mundo, y que es muy posible que le esté esperando, con los brazos abiertos, para experimentar el amor y la plenitud de su ser; me parece una magnitud tal, que sólo podía compartirlo con vosotros/as.
Conozco a personas que viven una doble vida, que incluso se han ido a miles de kilómetros de su hogar, sin despedirse de él y de las personas que en él habitan, para poder ser ellos/as mismos/as, con un pesar muy doloroso, con culpa, añoranza, tristeza y mucha pena.
Personas que viven aisladas de su entorno por miedo al rechazo, negándose a sí mismas, y albergando un gran rencor, decepción y frustración, que les convierten en unas personas que no reconocen en el espejo, sacando lo peor de sí mismas, viviendo rodeadas de odio e incomprensión, amargadas.
Personas que se torturan y se castigan por no ser como las demás.
Personas que reciben castigos y tortura por no ser como las demás, y que aceptan todo ello por creer que es lo que merecen.
Y todo ello es también porque, en parte, damos por hecho que, si nos salimos de la norma, de la corriente dominante (eso que algunos llaman la “masa borreguil”), seremos juzgados y condenados al ostracismo, la crítica, la mofa, el dolor, en muchas de sus formas.
Es posible que en algunos casos sea así, no lo voy a negar, pero os garantizo que en otros muchos no.
El ser humano, nunca deja de sorprenderme (y os podréis imaginar que yo veo muuuchas cosas en mi día a día), es capaz de las mayores atrocidades imaginables, y también de los mayores gestos de amor que podáis soñar (y sino, mirar el Taj Mahal).
Me atrevería a decir, que el perdón y la aceptación son dos cualidades que pasamos toda nuestra vida cultivando, y de las que nunca tendremos suficiente.
Cambia o no lo hagas es tu privilegio, más aún, tu derecho. Se tú quien lo decida.
Si decides no cambiar tú, y no tienes por qué hacerlo, a menos que así lo decidas, cambia tu escenario (¿puede que haya llegado el momento de hacer las maletas?), pero no te resignes con leves momentos en los que atisbes la felicidad, la plenitud de tu ser.
¿Cómo y cuándo cambiar de escenario?
Te lo explicaré con una metáfora: dos formas posibles de trasplantar un árbol: desenterrando sus raíces, con cuidado, mimo y esmero, eligiendo el mejor momento y el mejor lugar para trasplantarlo; o bien arrancándolo con rabia y furia, y plantándolo en cualquier lugar disponible.
¿Qué vas a elegir tú?
Se tú, en tu plenitud, siempre, eligiendo qué parte de ti poner de relieve en cada momento, con respeto hacia los demás, por supuesto, pero se tú, ningún/a otro/a.
Ni tú ni el universo os merecéis otra cosa, más que el regalo que tú eres como ser humano único y excepcional.
Y recuerda también, que no todo el mundo va a recibir ese regalo del mismo modo (tal vez sea porque no tiene que llegar a sus vidas tan siquiera), pero de lo que no hay ninguna duda es de que TÚ ERES UN REGALO.