La inspiración, es como el amor, está en todas partes, hasta en una caca de perro (si, he dicho caca).
Algunos/as la vemos, otros/as no la vemos ni buscándola con lupa.
Según yo lo veo, la inspiración es como las flores, están ahí, tú puedes elegir mirarlas, o bien ir pendiente de no pisar una caca de perro (si, otra vez caca).
Que cierto es que llevarás los zapatos impolutos, pero también puedes limpiártelos cuando llegues a casa, aún sonriendo por los grandes regalos que nos hace la naturaleza, cada día.
Cuando empecé a plantearme el iniciar este blog (que me daba una pereza tremenda), antes de comenzar a escribirlo, me acordé de lo que decía mi tutor del máster con respecto a la tesina que teníamos que escribir, obra faraónica donde las hubiera: dejaros de esquemas y de pensar en HACERlo, simplemente, sentaros, y HACERlo, saldrá sólo.
Y si, más razón que un santo, así que me puse manos a la obra, me senté y empecé a escribir.
Ahora, os puedo decir, que cada vez que me siento a escribir cojo ideas hasta para 10 entradas más, y estoy encantada de poder compartirlo y compartirme.
La inspiración es como las ganas, cuánto más haces, más tienes.
Y digo HACER y no pensar en ello. HACER.
Es algo así como el miedo al éxito, que alguna vez los pacientes me preguntan si será eso lo que les pasa, como si fuera la gripe y yo el médico, y con que yo les dijera que sí, ya se pudieran quedar tranquilos, porque al final toca pasarla, y ya.
Así que si la inspiración es algo que pulula por ahí, y está en todas partes, pues ya la encontraré o me encontrará ella a mí.
Pero no es exactamente así.
Tanto en mis consultas, como en las conferencias que imparto, y en las entradas de este blog, hago mucho hincapié en la motivación.
La razón es obvia, es lo que nos mueve a actuar. Y de HACER va la cosa.
Cuando yo me dispuse a “construir” este blog, pensé en por qué quería HACERlo.
Tenía varios motivos, algunos comerciales, no os voy a engañar, pero había dos en concreto que eran los que más sentido y más importancia tenían para mí: poder ayudar a, compartir con, más gente, y que algún día, todo esto que escribo, se convierta en un libro (atentos/as editores/as 😉
Con eso bien presente, me siento a escribir y escribir, a veces dos horas, a veces cuatro, y otra veces simplemente, me sorprendo a mi misma del rollo que tengo encima, exprimiendo mi neurona, y no puedo evitar sonreír, cada vez que acabo un artículo y miro la hora, con satisfacción, la satisfacción de dejar a un lado la pereza brutal que me da sentarme delante del ordenador y estar en el camino de HACER lo que quiero HACER, haciéndolo.
Así que sentaros delante de lo que queréis HACER, dedicarle tiempo, ser amables, y abrir bien los ojos y vuestra mente (que es la que hará el resto), porque la inspiración está ahí.
Vienen a mi mente, un capítulo de Anatomía de Grey en el que el neurocirujano por excelencia abría una columna, y se pasaba ocho horas (si, ocho horas) mirándola y pensando, sólo estando ahí delante, barajando opciones en su mente, para finalmente cerrar la incisión, y volver a su casa con frustración, casi desesperación, llegar a su casa, contárselo a su mujer, y dibujar lo que había visto en una pared (a colorines, como no podía ser de otra manera) para, haciendo esto, encontrar la idea genial de: qué HACER, cómo operar el monstruoso tumor; o la escena de la película Posdata: Te quiero, en la que la protagonista, “revolcándose” en su melancolía y angustia, tira un zapato contra el contestador, tratando de apagarlo de un golpe, dando por error a un marco de fotos, con la fotografía de su gran amor, y tirándolo al suelo, dejando caer una especie de hebilla que había prendido en él, que casualmente cae sobre el zapato, y que ella ve, al correr a recoger el marco, siendo la antesala de una carrera como diseñadora de zapatos.
Y si ese neurocirujano se hubiera dejado vencer por la resignación y hubiera cerrado a la media hora, para evitar el riesgo potencial de infecciones para el paciente, o esa mujer con el corazón roto, se hubiera quedado simplemente sentada en su cama, al ver que había tirado el marco de fotos al suelo por error, ninguno de los dos hubiera encontrado la inspiración, que de hecho ya estaba ahí, delante de sus cansados ojos.
Porque dedicarle tiempo a la inspiración, no lo neguemos, es cansado, tedioso, por no decir un aburrimiento de tomo y lomo. Y es entonces, justo entonces, cuando recordar nuestra motivación, por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo, despejará de nuestra mente la bruma de los pensamientos amenazadores sobre lo estúpido que es perder el tiempo de esa manera, para ver justo y exactamente lo que tenemos delante, y dejar que nuestro cerebro haga el resto.
Suelo decir que nuestro cerebro es como Google, sólo está esperando a que le lancemos la pregunta. Ok, de acuerdo que es posible que le tome algo más de tiempo encontrar la respuesta y que no te va a dar un millón de resultados. Pero en realidad, ¿necesitas un millón de opciones o la opción que es más adecuada para ti, en este momento?
Nos cuesta bastante confiar en nuestras habilidades y capacidades. Hace unas semanas tuve la oportunidad de conocer a una filóloga que había estado viviendo en países anglo-parlantes, y me decía que, en su experiencia, los españoles sabemos bastante más inglés del que pensamos y decimos, es sólo que nos da vergüenza equivocarnos y decir una burrada.
¿Y si resulta que por querer HACERlo bien, nos estamos perdiendo todas las posibilidades de HACERlo mal, y que son maravillosas?
Una frase que me encantó, de la fantástica película “Bajo el Sol de la Toscana”, es que las malas ideas son las mejores. La primera vez que la citan en la película, es en la presentación de un nuevo libro, en la que el autor explica que su profesora, presente en el evento, le animó a seguir una de sus malas ideas y ver a dónde le llevaba. Y ahí estaba, presentado su libro, feliz como una perdiz.
Respecto a la creatividad, recuerdo siempre una conferencia a la que asistí (y si no vais a conferencias, desde ya os recomiendo que empecéis a HACERlo, porque además de ser interesantísimas y conocer a gente, son una gran fuente de inspiración), en la que, refiriéndose al emporio textil más conocido de nuestro país, decían: “Si no tienes creatividad para innovar, siempre tienes inteligencia para copiar”.
Al fin y al cabo, todo/a diseñador/a de moda que se precie tiene su musa (o varias), que despierta su imaginación, su inspiración… También su habilidad de copiar.
La creatividad requiere práctica, experiencia (HACER otra vez, amigos y amigas míos). Los estudios dicen que se requiere al menos ocho años de experiencia en un ámbito para llegar a dominarlo de tal manera que se pueda innovar en él.
También os digo, la necesidad agudiza el ingenio.
Que te duele la espalda y las rodillas de tanto fregar el suelo postrado/a en él… ¿Y si le ponemos un palo al trapo?
¿Recordáis el capítulo de Los Simpsons en el que Homer decide HACERse inventor?
Se pone a buscar inspiración en todas partes, observa, prueba, actúa, lo deja todo en pos de su objetivo, y finalmente, crea un montón de cosas, la mayoría inútiles, pero se convierte en inventor, que era el objetivo.
Mi invento favorito era el de la alarma que sonaba martilleante cuando todo iba bien.
No os echéis a la tarea con la intención de innovar, de crear, de inspiraros, simplemente, tomar una idea, darle tiempo, daros tiempo, y cuanto más absurda e inverosímil os resulte, mejor candidata será.
Os podría dar consejos prácticos, del tipo, haz una encuesta entre tus amigos preguntándoles qué necesitan o qué les gustaría encontrar en el supermercado, poner una libreta y un boli en vuestra mesilla para apuntar esa idea genial que habéis tenido en sueños pero que en la vigilia se os escapa entre los dedos…
Pero la verdad es que no necesitáis nada de todo eso, pero si la convicción de que es posible, que vosotros sois capaces y tenéis habilidad de sobra (y si no la tenéis, sabéis qué HACER para conseguirla o a quién preguntar) para conseguirlo.
Despejar vuestra mente, dejarla trabajar y darle el carrete que necesite, no os decepcionará, más bien, os sorprenderá;
tener bien presente que el universo está deseando que pidáis para confabular a vuestro favor;
dejar a un lado toda idea preconcebida y enfrentaros a cada experiencia que os brinde el día a día como la maravillosa oportunidad, que de hecho es, de conquistar vuestros sueños y de mostraros la gran amalgama de opciones posibles y disponibles a vuestro alcance;
empezar a mirar las cosas como observadores que sois, unir los puntos (todo está conectado, Deepak Chopra lo explica excepcionalmente bien en su libro “Sincrodestino”, que me encanta y os recomiendo) como si mirarais al cielo en una noche estrellada, buscando la forma de las constelaciones que, de momento, sólo existe en vuestra imaginación, pero que con tiempo, cariño y esfuerzo, se convertirán en una realidad, en vuestro gran logro, en vuestro pequeño retoño que os llena de orgullo y satisfacción (¿se me habrá “escapado” la inspiración justo al final y habré entrado en modo copia?, porque esto me suena que alguien lo decía mucho, ¿no? Jajaja).