Sentir…
La primera acepción que contempla la Real Academia de la Lengua de este término es:
Experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
Desde esta perspectiva, es claro que sentir implica estar en contacto con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Sentir no entiende de signos positivo o negativo (como ya mencionamos en la entrada Emociones Desagradables «¿Negativas?»).
PROS:
- Saber qué sientes implica que podrás adaptar tu conducta, así como las interpretaciones que hagas sobre lo que está ocurriendo, de una forma más ajustada, tanto a tus necesidades como a las de tu entorno:
- Identificar qué estoy sintiendo, físicamente, nos facilitará ir al médico (si por ejemplo me duele un pie), usar técnicas de relajación (si se trata de ansiedad o estrés), etc.
- Identificar qué estoy sintiendo, emocionalmente, nos permitirá ampliar mi red social (si siento soledad por ejemplo), aumentar el número de actividades/cosas agradables en mi vida (si siento tristeza), etc.
- Si los demás saben cómo me siento podrán actuar en consecuencia, entenderme, comprenderme y aceptarme.
- Los conflictos interpersonales, en consecuencia, tales como los malentendidos disminuirán en frecuencia e intensidad.
- Entender nuestra propia conducta. A veces es antes la gallina que el huevo… Actuamos de una manera determinada y después nos planteamos qué sentimientos nos han llevado a actuar de ese modo. Si vivimos en «plena consciencia» de lo que sentimos no sólo tendremos una mejor comprensión de nuestra propia conducta, sino que también viviremos una vida más acorde a nuestros principios, valores y deseos.
- Un mayor conocimiento de mi mismo redunda también en una mejor relación conmigo mismo, mayor comprensión y amor por mi mismo.
CONTRAS (de no sentir, malinterpretar lo que siento o de darle un lugar al sentir que realmente no le corresponde):
- Si no identifico qué siento o me niego a hacerlo, viviré «desconectado» de mí mismo y de mi entorno (y los demás), con consecuencias como la confusión, la desesperación, la frustración, la falta de sentido de mi propia vida y de lo que acontece en ella.
- Si confundo lo que siento, bien física o emocionalmente, no podré ajustar mi conducta a mis auténticas necesidades. Por ejemplo, imaginemos que confundo la sensación de hambre con la tristeza, eso implicará que comeré para aliviar esa «supuesta sensación de hambre», pero el hecho es que no conseguiré «saciarme» ni satisfacer esa necesidad que estoy sintiendo (seguiré triste porque realmente no estoy actuando en esa dirección), por lo que podría llegar a tener un marcado problema de sobrepeso (o incluso de obesidad), lo cual incluso acrecentará mi sensación de tristeza.
- Miedo a sentir. Creer que lo que sientes o puedes llegar a sentir te destruirá (ya hablamos a este respecto en otras entradas de este blog: El Sufrimiento y Emociones Desagradables). Y no se trata del dolor únicamente, hay personas aterrorizadas ante la perspectiva de volver a enamorarse. Pero lo cierto es que, si miras atrás en tu vida, desde el principio de ella hasta hoy, has sentido, y sientes, y sentirás, y eso enriquece y enriquecerá tu vida, la hará más auténtica y significativa.
- Creer que por sentir de una determinada manera, tengo que actuar en consecuencia, irremediablemente. Un ejemplo claro a este respecto es el argumento que suelen dar las mujeres maltratadas cuando se les pregunta por qué no dejan a sus parejas… «Es que le quiero/estoy enamorada de él».
- Dejarse llevar por las emociones: al igual que ocurre con los pensamientos, podemos caer en la tentación de «fusionarnos» con ellos, es decir, identificarnos con ellos, hacernos uno. Este punto tiene que ver con el anterior, pero con un matiz importante. En el caso anterior hablamos de utilizar los sentimientos para justificar nuestra conducta; en este punto en concreto nos referimos más bien a traspasar todos los límites (de la «cordura» a veces) de nuestra razón, de nuestros principios y valores para actuar de un modo determinado. El ejemplo podría ser una persona iracunda que la emprende a tiros con una muchedumbre indefensa: la ira se convierte en su única guía, esa persona ES la ira.
- Abulia: incapacidad para actuar o tomar decisiones; y Apatia: falta de emoción y/o motivación, indiferencia. Ambas son consecuencias de no sentir.
La importancia de saber qué sientes y de adentrarte en tu propio conocimiento personal (y gracias a él, en tu desarrollo personal), tras esta reflexión, me parece clara.
Sentir es vivir, vivir con los ojos, los oídos, los brazos y los poros bien abiertos, para poder sacarle hasta la última gota de jugo a esta gran experiencia que es la vida, sin versiones descafeinadas que nos dan sólo una visión parcial (y en muchos casos tortuosa) de lo que nuestras vidas y este mundo nos puede llegar a regalar.
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