Dar por sentado

Que los demás son como yo, que los demás sienten como yo, que las cosas son como yo pienso, imagino, creo, deseo,…

Que se lo que piensa otra persona, que se qué es cierto y qué no, que se qué va a hacer el otro, que se cómo va a interpretar algo, que se qué va a pasar,…

Yo lo resumo en «jugar a ser Dios«.

Todos los seres humanos hacemos lo mismo, todos necesitamos tener un «modelo predecible del mundo» para poder «funcionar» en él.
Bien, asumida esta parte, que de hecho es así, toca flexibilizar opciones y el «grado de seguridad» que creemos tener al respecto.

Si no tuviéramos la capacidad de «anticipar», de «prever» qué va a pasar, difícilmente podríamos hacer planes o movernos por el mundo, es sólo que, hasta cierto punto.
Al final, lo que tenemos es una hipótesis no una «realidad contrastada».

Todos suponemos que mañana amanecerá, igual que hoy lo ha hecho y lo hizo ayer, y que habrá un nuevo día, y en función de eso planificamos y organizamos lo que vamos a hacer mañana, la semana que viene, el mes próximo o incluso este año.
Hasta ahí de acuerdo, el problema es pensar que sabemos exactamente cómo se van a desarrollar las cosas y que, en consecuencia, nuestros planes sean totalmente inamovibles.

Si sentamos una expectativa tan sumamente rígida y estricta, las probabilidades de que se cumplan son casi nulas, y eso nos encamina directamente hacia la frustración e insatisfacción.

Tener un plan y un modelo del mundo, como os digo, es necesario.
Más necesario aún casi, os diría, tener bien presente que tal vez, nada de lo que me planteo, se cumpla, con lo que es muy posible que necesite un «plan B» o incluso «Z», si es así, nada que decir.

Ahora bien, si vas por la vida esperando que todo siga un manual y dando por hecho que tú lo conoces al milímetro y perfección…
Perdóname que te diga, pero te vas a llevar un batacazo de tamaño sideral.

Hay muchas cosas que no sabes, más de las que sabes, de hecho.
Ni las sabes tú, ni las se yo, ni «el oráculo de los tiempos», por mucho que nos empeñemos.

Así que, ¿qué hacer?

Pues, por una vez tengo una fórmula absolutamente magistral e infalible.
¿Preparados?

¡Hacerme el favor de preguntar!

Dar por hecho que no sabéis.
Que no sabéis qué quiere tomar vuestra pareja cuando llegáis al bar, que no sabéis a ciencia cierta qué significa esa cara, o esa expresión o ese silencio, que no sabéis qué piensa la otra persona o qué quiere, qué va a pasar, qué vais a conseguir,…

Si veis algo que «no os encaja» o que no entendéis o, por supuesto, que no sabéis o incluso, simplemente, que os «chirría»…
¡Preguntar!

Recuerdo con toda claridad una de las primeras clases en la Universidad, en la Facultad de Psicología en la que yo estudié, y como, nos decían:
«Tener muy en cuenta que no podréis saber nada que no os cuenten vuestros pacientes».

Era una forma de decirnos: ¡No sois Dios!
No lo sabéis todo, no podréis preverlo todo, no podréis anticiparos a todo, no podréis resolverlo todo, entre otros motivos, porque si no lo sabéis, no sabéis qué pasa o qué está ahí, difícilmente podréis arreglarlo, solucionarlo o gestionarlo, si no es por pura «chiripa».

Y todo esto os lo digo, a falta de tener en cuenta una cosa más, muy importante también a este respecto.

¿Cómo te sientes cuando alguien da por hecho como eres, qué vas a hacer y cómo te sientes, como si te leyera como un «libro abierto», sin que tan si quiera hayas pronunciado palabra?

¿Cómo crees que se va a sentir la otra persona si eres tú quien da por hecho todo eso entonces?

Se que a todos, en mayor o menor medida, nos gusta la magia, y que alguien «te acierte» algo, como si se tratase del tarot, puede tener su gracia, misterio e intriga, pero, a partir de ahora, tener en cuenta que «ese juego» es un arma de doble filo.

¿Quieres conocerme, descubrirme e ir maravillándote con cada uno de los rincones de mi ser o quieres que sea como tu quieres que sea?

¿Quieres sorprenderte con lo que la vida te depare y disfrutar cada oportunidad y cada paso o quieres pretender saber de antemano cómo van a ser todas y cada una de las cosas de tu vida, viviendo más en tu mente que en la realidad, tal vez sólo por la satisfacción de «tener razón»?

Acerca de Cristina

Psicóloga Colegiada Torrejón de Ardoz
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