La importancia de «acabar bien» una relación de pareja

Cuando una relación acaba, acaba una etapa de nuestras vidas.

Podríamos simplificarlo, diciendo que es importante, para empezar una nueva etapa, haber acabado y cerrado la anterior, para no «llevarnos» los rencores, expectativas no cubiertas, dolores y miedos, de una relación a otra.

Pero es más que eso.

Ciertamente, cuando una relación acaba, el proceso de duelo entra en marcha, no sólo por la pérdida, también por lo que podría haber sido y deseábamos que fuera, y no llegó a ser.

Podemos tener la «tentación» de revisar una y otra vez, con todo detalle, de una forma casi obsesiva, cada uno de los detalles de esa relación para intentar «averiguar» qué salió mal y en qué nos equivocamos. Es un ejercicio que según lo planteemos, puede ser constructivo o por el contrario, muy destructivo.

Constructivo en cuanto a que nos ayude a procesar e integrar nuestras emociones y sentimientos. Un ejercicio muy interesante (ver más en: «Cómo «acabar bien» una relación de pareja») y recomendable es elaborar un relato de esa historia de amor, incluyendo lo que sentimos y experimentamos, además de lo que ocurrió, cómo evolucionó nuestra relación; nos ayudará no sólo a comprender qué ocurrió sino también a nivel emocional, integrando esa historia dentro de la «gran historia de nuestras vidas«, dándole un sentido, así como un nivel de comprensión más profundo, y su lugar, un capítulo, con principio y final.

Destructivo puede llegar a ser también este ejercicio si nos centramos en analizar los detalles, buscar culpables, centrarnos en el dolor, en los reproches (en la mierda, al fin y al cabo), haciendo que esas emociones, en lugar de procesarse, incrementen en intensidad e incluso en relevancia en nuestras vidas y en nuestras decisiones. Este ejercicio, en consecuencia, no nos ayudará a elaborar nuestras emociones y sentimientos ni a integrar la historia en nuestra historia.

En numerables ocasiones nos sentimos «empujados» a hacer este ejercicio destructivo porque queremos que lo que nos ha ocurrido no vuelva a suceder: perdernos en la relación y en la otra persona, dejando de ser nosotros mismos, confiar en quien no «debíamos», tener expectativas poco realistas de la relación y esperar más de lo que la otra persona quiere o puede darnos, etc.

Sin embargo, este ejercicio se convierte en una «profecía autocumplida» que nos empuja exactamente a lo que no queremos tener en una relación, confirmándonos de ese modo que lo que pensábamos es exactamente así.

Por ejemplo: si mi pareja me ha sido infiel y ha sido el motivo de que la relación se acabe para mí, puedo llegar a la conclusión, tras «analizar» el comportamiento de la otra persona e incluso el mío propio, que no se puede confiar en las personas (hombres o mujeres), de ese modo, la próxima vez que conozca a una persona que me atrae, puedo someterla a toda clase de «interrogatorios» respecto a cómo acabaron sus relaciones anteriores y a qué piensa de la infidelidad, acompañado de toda una serie de declaraciones respecto a lo deleznable que son para mí las infidelidades. De este modo, espero «protegerme» de que lo que me ocurrió en mi relación anterior y que no vuelva a ocurrir en las siguientes, y es incluso posible que sienta cierta «seguridad» de que al haberlo declarado e insistido tanto ello, haya dado con la profilaxis «perfecta»para «prevenir» futuras infidelidades. Si a pesar de todo esto, vuelve a ocurrir una infidelidad entonces, para mí, quedará completamente confirmada la tesis inicial: «no se puede confiar en las personas» (aquí tenemos la profecía autocumplida).

No me doy cuenta de que lo que estoy haciendo es darle un papel central a la infidelidad en mi relación y construyendo un castillo de naipes en la base de que: «como ya lo he dicho y la otra persona me ha asegurado que no ocurrirá, estoy a salvo»; en lugar de concentrarme en conocer a la otra persona para, paso a paso, descubrir si es la relación que deseo y el/la compañero/a que deseo tener a mi lado en la vida, y en caso de que no sea así, poner fin a la relación (antes de que tal infidelidad pueda llegar incluso a producirse; ver: ).

Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto, acabar bien una relación, nos permitirá:

  • Honrar el amor que hemos sentido y compartido.
  • Honrarnos a nosotros mismos por haber amado, por haberlo intentado.
  • Respetarnos a nosotros mismos, con nuestras luces y nuestras sombras, como seres humanos falibles, que desean amar y compartir.
  • Respetar a la otra persona, que al igual que nosotros, es un ser humano falible.
  • Reconocer nuestra valentía (que como ya sabemos, no es la ausencia de miedo).
  • Darnos la oportunidad a nosotros mismos de ir acercándonos, cada vez más, a las personas que queremos llegar a ser, lo cual implica un «recalcular ruta» (al modo gps) constante.
  • Darnos la oportunidad a nosotros mismos de cambiar los aspectos de nosotros mismos que no nos gustan, desde el amor, la comprensión y la aceptación, no el machaque, la culpa, el dolor ni el resentimiento.
  • Validarnos a nosotros mismos por las decisiones que hemos tomado, que es posible que no nos haya llevado a los resultados que nosotros queríamos obtener, pero que sin duda fueron las decisiones que en ese momento concreto de nuestras vidas, nos parecieron más oportunas (recordar que las personas buscamos el «éxito», buscamos triunfar, conseguir lo que nos proponemos, y que además somos inteligentes, si tomamos determinadas decisiones, teníamos «buenos motivos», aunque ahora nos parezca tan lejano que no consigamos comprender por qué lo hicimos).
  • Conocernos mejor a nosotros mismos ya que, al exponernos a determinadas situaciones vemos aspectos de nosotros mismos que tal vez ni sabíamos que estaban ahí.
  • Descubrir nuestros posibles «puntos débiles», ya que como siempre digo en consulta, incluso Superman tiene su «criptonita», y el problema no es tenerla, es no saber el efecto que puede llegar a tener en nosotros.
  • Aceptarnos tal y como somos.
  • Aceptar a los demás tal y como son, y reconocer cuándo estamos intentando «cambiar a la otra persona».

Acerca de Cristina

Psicóloga Colegiada Torrejón de Ardoz
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