¿Qué vas a hacer?
¿Vas a elegir vivirlo o no vivirlo?
No se cuál será vuestra experiencia, la mía es que «las cosas no suelen venir en la forma o en el momento en el que las quieres y deseas».
Sin embargo, en ocasiones, por no decir casi siempre, es mucho mejor así.
¿Por qué?
Porque, por desgracia para algunas cosas, la naturaleza humana es la que es, y cuando conseguimos las cosas sin esfuerzo, no las valoramos tanto.
Cuando consigues lo que quieres, en el momento y forma en que lo quieres, lo das casi por sentado.
Es algo así como: «claro, como tenía que ser».
Y no dedicas ni media neurona a preguntarte de dónde viene, qué significa para ti o cuánto lo valoras, simplemente, está ahí, punto.
Por contra, cuando algo llega a tu vida, lo que sea, un ascenso u oportunidad laboral, una persona, un regalo, un viaje, una visita inesperada, una oportunidad, en definitiva, que ni si quiera habías buscado, puede que incluso sea algo que te cambie los planes por completo y te haga plantearte mil y una cosas, entonces crees que eres la persona más afortunada del mundo y estás agradecido hasta la médula.
Sea como sea, cuando eso ocurre, sobre todo si habías perdido toda esperanza de que pudiera llegar tan si quiera a ocurrir, es como si el cielo se abriera.
Cuando recibes sin esperar te quedas atónito.
Cuando recibes esperando, ya tienes una expectativa, si esta no se satisface, parece que eso que estás recibiendo es menos valioso, porque no se ajusta a lo que tú tenías en mente.
«Las cosas más extraordinarias de nuestra vida suelen llegar de forma inesperada, será tal vez por eso que son tan extraordinarias».
Nuestra mente, nuestro cerebro, puede ser nuestro mayor aliado o nuestro mayor enemigo, está en nuestras manos cómo lo «usemos».
Como ya os he repetido en más de una ocasión, una de mis frases favoritas es de John Lennon y dice:
«La vida es lo que pasa, mientras haces otros planes«.
Así que, ¿vas a vivir lo que la vida te da la oportunidad de vivir?
¿O vas a seguir obsesionándote porque venga en «el formato correcto»?
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