Declaraciones de intenciones al comenzar una relación

Es casi lo mismo que hablar de profecías autocumplidas

Cuando ocurre aquello que justo creíamos que iba a ocurrir, es cuando hablamos de una profecía autocumplida.

Desde un punto de vista psicológico, se explica porque ponemos el foco en aquello que queremos que ocurra o, generalmente, no queremos que ocurra, de tal manera que nuestras acciones, pensamientos, decisiones e incluso emociones, van encaminadas justo en esa dirección, haciendo mucho más probable que aquello que planteábamos acabe ocurriendo.

El libro de «El Secreto» hace una lectura «positiva» de esto, y habla de si, por ejemplo, estás buscando pareja, dejar un lado de la cama libre e incluso del armario, «haciendo espacio» a aquella persona que buscas y/o esperas.

Sin embargo, lo que muchas veces no tenemos en cuenta es que nuestro cerebro no procesa el «no…» de lo que queremos, o en este caso, de lo que no queremos (como cuando hacemos el famoso ejercicio de «no pienses en…» y es justo en lo que piensas).

Un ejemplo: «no quiero que mi pareja sea celosa», como es algo importante para mí, lo tengo bien presente (como si con eso ya me garantizara que no fuera a ocurrir sin que yo me diera cuenta), me lo recuerdo, me lo repito, y cuando comienzo una relación, lo expreso con estas mismas palabras, porque creo que de eso modo «prevendré» que ocurra.

Sin embargo, tantas veces, nos encontramos con que, justo eso que no queríamos, es lo que acabamos teniendo, en este caso, una pareja celosa, y tenemos la sensación de que, de algún modo, y sin saber cómo, llevamos años saliendo con «la misma persona», pero con cuerpos y nombres diferentes.

¿Cómo llega a ocurrir?

Es un mecanismo psicológico algo complicado.

Resulta que como ya lo he expresado de viva voz: «no quiero una pareja celosa», y además se que estoy alerta, en cierto modo, nos relajamos, más bien yo diría que nos convencemos de que estamos «a salvo». Y cuando empezamos a ver los primeros signos de que mi pareja tiene celos y los expresa con disgusto, reproches, críticas, etc., nos recordamos que es algo que ya hemos hablado y que nuestra pareja nos ha dicho que no es celosa, y como ya tenemos ese filtro activado, esa supuesta barrera protectora que hemos montado, y además resulta que mi pareja me gusta un montón, y claro, no quiero dejarla, pues me convenzo una vez más de que eso que esta pasando «entra dentro de la normalidad» y no hay que darle importancia (y aquí empieza todo un discurso muy elaborado sobre que no hay que ser puntilloso/a, que en una relación hay que ceder, bla bla bla).

Y de este modo, ya tenemos el autoengaño montado, convincente, «racionalmente estructurado» y alicatado hasta el techo, listo para servir y tragar.

En la película «American Playboy«, el protagonista dice que «hacen falta 26 puntos para que una mujer confíe en ti, una vez conseguidos, puedes dedicarte a ver el fútbol…» Y añade, un punto si le regalas flores, un punto si le preparas la cena (sobre todo si es un desastre porque así ve que realmente te estás esforzando y te gusta), etc.

Obviamente, es una película, es ficción, pero en sus palabras guarda algo de verdad.

Hay ciertas cosas, actitudes, conductas, que si las vemos en una fase muy temprana de la relación, nos ahuyentaran como alma que lleva el diablo (pero si, claro que hay excepciones, por ejemplo si es tal el deseo que tenemos de tener pareja que, en cierto modo, estamos «desesperados/as» por tener una relación, y nuestras barreras están especialmente bajadas, somos especialmente permisivos).

Sin embargo, si ya hace un tiempo que estamos conociendo a esa persona, y en cierto modo, confiamos en ella, nos resulta muy difícil incorporar esa nueva información que tenemos, a la imagen que ya nos hemos creado de esa persona (a este proceso lo denominamos «disonancia cognitiva«, fundamental para que se produzca un cambio, tanto de pensamiento como de conducta, pero no es automático, ni infalible).

Y, recuerda, al comienzo de una relación, todos enseñamos nuestro lado más brillante, como los pavos reales con sus colas de plumas espectaculares, pero, al igual que la luna, todos tenemos un «lado oscuro» menos brillante y menos conocido también.

¿Cómo prevenirlo?

No hay fórmulas magistrales, como tantas veces oímos en psicología.

Lo cierto es que cuando comenzamos una relación, cuando comenzamos a conocer a alguien, es justamente eso en lo que tenemos que centrarnos, en conocer a esa persona, y dejar a un lado nuestras construcciones teóricas sobre cómo va a a ser, tanto la persona como la relación.

Más aún, si «te pillas a ti mismo/a» fantaseando sobre vuestro futuro, es una clara señal de alerta. Alerta ya que está entrando en juego nuestro querer, nuestro anhelar, nuestro desear, y no lo que realmente está ocurriendo.

Cuando conocemos a alguien, es mucho más lo que no sabemos que lo que sabemos, dijéramos que hay muchos «huecos de información por llenar». Podemos llenarlos con lo que vamos conociendo, o bien con nuestras proyecciones, es decir, con lo que queremos que sea. Sabemos que, al inicio de una relación, es cuando se da el «enamoramiento«, posible precisamente porque es mucho más lo que no sabemos e imaginamos, que lo que realmente conocemos. Teniendo en cuenta que es un proceso natural para nuestro cerebro, es imperativo que seamos prudentes, que «tomemos tierra» y que nuestro «yo soñador/a» no nos eleve más allá de dónde podamos verla.

Y si esto ya te ha ocurrido o te está ocurriendo ahora, es el momento de recalcular ruta y objetivar: ¿qué sabes? y, ¿qué te estás imaginando?

Acerca de Cristina

Psicóloga Colegiada Torrejón de Ardoz
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