«Soy esclavo de mis palabras…

Y dueño de mis silencios».

Una frase célebre que compartió conmigo hace unos días una de mis pacientes… Nunca deja de sorprenderme la sabiduría de las personas con las que trabajo cada día, son uno de los muchos beneficios añadidos de mi maravillosa profesión, un gran regalo, cada día, y por el que estoy tan agradecida.

Sabéis que yo normalmente escribo mis propios artículos, pero hoy voy a compartir con vosotros un cuento tibetano que viene al caso también:
http://rincondeltibet.com/blog/p-mantener-cerca-los-corazones-cuento-tibetano-4920

Ya escribí sobre qué si hacer en una discusión y qué no hacer en una discusión.

Sin embargo, a veces, no ocurre en muchas ocasiones pero, a veces, nuestra mejor opción es: guardar silencio.

Hay momentos en los que las cosas se han complicado tanto, que hablar sobre ellas, no aclara nada, sino que, más bien, las complica.
Entramos en justificaciones, disculpas, mezcladas con reproches, resentimientos, ataques, enfados, comparaciones, y un largo etcétera; en una espiral que puede causar y causarnos mucho daño, y que realmente no soluciona nada, es más, no nos quedamos más tranquilos/as, aunque en un primer momento parezca que si.

Como ya os dije en otra ocasión, como decía Confuncio:
«A veces, lo más difícil de hacer es, no hacer nada».

No significa que hayas tirado la toalla, significa que estás dando tiempo al tiempo para que las cosas se coloquen.

Nuestro impulso suele ser hablar, arreglar, resolver,… lo antes posible.
Sin embargo, en ocasiones, esa «premura» juega en nuestra contra, como cuando nos presionamos por tomar decisiones cuando aún no tenemos información suficiente para hacerlo y nos torturamos pensando que somos «inseguros/as e indecisos/as».

En un momento de «calentón», de «amargura», de «agobio», de «frenesí», de «dolor», podemos llegar a decir y a hacer cosas que realmente no sentimos ni pensamos, pero que la presión del momento y de lo que sentimos nos empujan a hacer o decir.

Queremos controlarlo todo, sobre todo los posibles daños… Queremos hacer las cosas «bien», cerrar capítulos y así poder «seguir con nuestras vidas» (como si de hecho no lo estuviéramos haciendo ya), sin daño ni dolor, sin embargo, a veces, aún no ha llegado el momento, aún es demasiado pronto.

Esperar y tener paciencia son dos lecciones vitales que todos/as hemos venido a este mundo a aprender, nos guste o no.
Sin saber qué va a pasar después, qué podemos esperar o qué nos depara la vida, es por eso (entre otros motivos) que los horóscopos y las líneas de tarot tienen tanto éxito… Queremos saber y queremos saberlo ya.

No se trata de postergar o «procastinar», se trata de esperar a que llegue el momento de actuar, porque cuando hemos llegado a este punto, decir, no es suficiente.

¡Date tu tiempo!
Cuando llegue el momento, sabrás qué hacer.

Acerca de Cristina

Psicóloga Colegiada Torrejón de Ardoz
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