Es dejar ir a alguien que amo con todo mi corazón.
Amar no es poseer.
Eso es querer.
¿Sabéis la diferencia?
Los padres y las madres lo saben muy bien.
Aman a sus hijos/as hasta tal punto que les animan a volar, a encontrar su camino y su destino, aunque eso signifique que se alejen de ellos/as e incluso no se vean en meses.
Creo que amar, de por si, es lo más difícil de hacer, en realidad.
Es un acto de generosidad y gratitud tal que, como ya decía Mecano: «Amar es el empiece de la palabra Amargura».
No amamos a muchas personas en nuestras vidas.
Es un sentimiento, por tanto, al que no estamos muy acostumbrados/as.
Tan grande que nos desborda, y con el que muchas veces no sabemos qué hacer.
Tendemos a ambicionar, a acumular, a retener, incluso a manipular, sólo por nuestro propio interés, sea el que sea.
Por lo general, no hay maldad en ello, sólo egoísmo.
Cuando amamos, a veces, tenemos ganas de darnos de cabezazos contra la pared.
¿Por qué?
Porque somos plenamente conscientes de que «nos arriesgamos» a perder a la persona que amamos.
Sin embargo, a quien ama, las estrategias no le valen, no las usa, ni se lo plantea.
Quien ama quiere que la otra persona la elija cada día, no que permanezca a su lado por lo bien que «sabe montárselo».
Amar es lo más maravilloso que puede pasarte.
La pregunta es: ¿qué vas a hacer si eso te pasa a ti?
¿Te vas a arriesgar?