Hay personas que lo consideran «el peor estado del ser humano».
Y es que nuestro estado se podría definir de «locura transitoria».
Nuestro cerebro tiene tal «chute» de hormonas que es algo así como un «subidón de coca» que, precisamente por ese motivo, no puede durar, porque nuestro cerebro no podría aguantarlo.
Nuestro juicio se nubla, nuestra razón parece que se ha ido de vacaciones y nuestro «Pepito Grillo» simplemente ha desaparecido…
La vida se nos pone «patas arriba», todo lo que creíamos saber y conocer, ahora han cambiado, así, como por arte de magia.
Nos cuesta concentrarnos, nos cuesta pensar, nos cuesta tomar decisiones.
No podemos comer, no podemos dormir, no podemos pensar en otra cosa que no sea esa persona, como si tuviéramos una especie de desorden de la alimentación, del sueño y del pensamiento, todo junto.
¡Nos volvemos locos/as!
Y todo, ¿para qué?
Una pregunta difícil de contestar…
Adoro la película «El amor tiene dos caras».
En ella, en una clase de literatura cuya profesora es la grandiosa Barbra Streisand, sus alumnos/as dan todo tipo de razones: cuestiones culturales, biológicas, necesidades psicológicas que tienen que ver con la conexión con otro ser humano, la pertenencia, la aceptación, la aprobación…
Yo me quedo con la respuesta de Barbra Streisand… Porque, para mí, también son respuestas demasiado intelectuales…
«Aunque no dure, mientras dura… ¡Te sientes de puta madre!» (perdón por el taco).
¡Dejar de preguntaros tanto por las cosas y empezar a disfrutar!
¡El amor es definitivo!
¡Es lo que verdaderamente hace que la vida valga la pena!
¡Disfrutarlo!