Se puede llegar a controlar y gestionar, aunque lleves muchísimo tiempo haciendo lo mismo y no veas manera alguna de dejar de hacerlo, aunque hayas probado otras cosas, y nada funcione.
La clave es llegar a entender la función que cumple esa conducta o hábito para ti.
Una vez que se entiende la función, se puede encontrar la forma de satisfacer esa necesidad de una manera saludable y adaptativa, funcional.
Del mismo modo que no va a resultar útil darme tres vueltas a la manzana cuando estoy dejando de fumar, y me apetece un cigarro, tampoco sería funcional que cada vez que discuto con mi jefe/a, para no hincharme a comer, me ponga a organizar los armarios.
Sin embargo, si aprendo técnicas de relajación (cómo y cuándo usarlas), en el primer caso, y asertividad, técnicas de comunicación y negociación en el segundo, podré gestionar muchísimo mejor, tanto el impulso de fumar como el de comer compulsivamente.
Y para acabar, pero no menos importante, es fundamental también asegurarnos de que tenemos una vida rica y satisfactoria, de una forma saludable, para que no echemos mano de «refuerzos inmediatos» cuyas consecuencias a corto, medio y largo plazo, nos harán reforzar esas conductas impulsivas, haciendo que aumenten y se instalen con más fuerza, además de las consecuencias que ya en sí mismos conlleven, en los dos casos del ejemplo, deteriorando nuestra saludad y bienestar.