No sentir ni alegría, ni pena, ni ilusión, ni tristeza… Ni frío, ni calor.
Es habitual en los casos de Depresión.
Cuando «nuestras emociones nos hacen daño» o «nos lo han hecho», es lógico pensar que, si bloqueamos ese canal, nuestra vida será más tranquila, más pacífica, más llevadera.
Generalmente, lo que queremos es no sentir dolor, y por eso lo apartamos de nosotros/as, ponemos un muro.
Un muro para el dolor, para la tristeza, para la angustia, para la desesperanza,… para la agonía profunda que sentimos.
Sin darnos cuenta de que estamos poniendo muros a «todas las emociones», al canal emocional, por llamarlo así.
Cuando bloqueamos las «emociones desagradables», lo bloqueamos todo, agradable o desagradable, «bueno o malo».
Nada entra. Nada sale.
Esa abulia, esa apatía, nos produce cierta anestesia.
Que, es posible, que durante un tiempo, «nos venga bien», nos alivia.
Pero a medio-largo plazo, nos hace polvo…
Porque dejamos de experimentar una de las cosas más maravillosas y excepcionales de esta vida, una de esas cosas que hace que la vida valga la pena: «SENTIR».
Desgraciadamente, ese mecanismo que ponemos en marcha, creyendo que nos va a proteger de lo que nos produce dolor y que nos ayudará a seguir adelante con nuestras vidas, lo que consigue realmente es que «le dejemos de encontrar sentido a la vida», nuestra vida, se convierte en una experiencia impersonal, vacía, muda, dando paso a un dolor que no pensábamos que pudiera existir…
«El dolor del vacío existencial».
Cuando una persona decide ponerse esta coraza, levantar estos muros, cree sinceramente que le ayudará, que hará que «el dolor sea más soportable», pero lo cierto es que se hunde en la profundidad de un desierto emocional que le consume.
El Bloqueo Emocional tiene solución, al igual que la tiene la Depresión, sigue luchando, no te rindas.
¡Puedes ser feliz!