Inmediatamente habrás contestado que SI, claro.
Pero, ¿estás segura?
Imagínate lo que debe costar, no se… El impuesto de circulación, el seguro, lo que debe consumir de combustible… Eso ya por no hablar de lo que cuesta el coche en sí mismo.
Aunque te lo regalarán, pongamos. ¿Lo querrías?
A todas (o al menos eso creo), nos haría ilusión «dar unas vueltas», pasearnos por ahí con él, pero «tenerlo» es otra cosa, ¿no?
¿Cómo dormirías por las noches sabiendo que está en el garaje, sin nadie que lo vigile?
Peor aún, ¿y si tuvieras que dejarlo en la calle?
Suelo poner los coches muchas veces como ejemplo, porque me encantan, pero como podéis imaginar voy más allá.
La reflexión que quiero haceros hoy es un poco más compleja.
Tener un «Ferrari» implica una inversión tremenda (por no decir un gasto), además de que implica asumir «ciertos riesgos potenciales» importantes.
Aún así parece «el sueño de cualquiera».
Imaginar pasaros la vida anhelando un Ferrari: el «Ferrari de las relaciones», el «Ferrari de los trabajos», de las casas, de las mujeres, de los maridos, de los vestidos, de lo que sea.
¿Disfrutaríais «el Volkswagen Escarabajo» que tenéis?
Sinceramente creo que, pasarse la vida torturándose por lo que uno no tiene, no sólo es una pérdida de tiempo total, sino una falta de respeto y consideración absoluta, tanto hacia una misma, como a cada una de las personas y cosas que tienes en tu vida.
«¡No necesitas un Ferrari para ser feliz!».
Tenlo claro.
Ahora bien, ¿qué pasa si «te lo encuentras»?
¿Y si lo tuvieras, de repente, al alcance de la mano?
Tendrías muchas cosas que considerar, ¿verdad?
Como dicen en las películas de superhéroes:
«Un gran poder conlleva una gran responsabilidad«.
Y, cuando nos vamos haciendo adultos, las responsabilidades nos van dando urticaria a velocidades de hiperespacio, hasta el punto de mirar atrás y ver la infancia con añoranza, como si ese tiempo fuera «el regalo de los dioses».
Como tal vez ya habréis leído en una entrada anterior, creo que la vida sencilla es la más extraordinaria de las vidas, la más feliz y completa, y pasa por «disfrutar lo que tenemos».
Si tener un Ferrari va a significar que «hipotequemos nuestra vida» (puede que aún más de lo que ya lo esté), ¿hasta que punto te va a «interesar» tenerlo?
Por otro lado, si has encontrado «tu Ferrari», te has dado unas vueltas y has descubierto que es, simplemente, «perfecto para ti».
¿Qué vas a hacer?
Puede que el coste no sea económico, como os decía, me refiero a cualquier cosa, persona, relación o lo que podáis imaginar, en nuestras vidas.
Todo al final, en la vida, implica una elección, implica un coste e implica un beneficio.
Tener un trabajo extraordinario, puede significar tener que pasar menos tiempo con las personas que quieres, estrés, echar de menos tu casa, tener horarios de vértigo, desgaste físico y emocional.
Y esto lo podéis aplicar a cualquier otra circunstancia.
El balance de «coste-beneficio» que tendréis que hacer no se reducirá simplemente a números, sino a algo más profundo.
Tendréis que tener en cuenta qué queréis realmente y qué precio estáis dispuestas a pagar.
Cuando yo me compré mi coche, mi padre (un hombre sabio) me dijo: Cristina, cómprate el coche que quieras, dentro de lo que puedas permitirte, pero cuando lo elijas, que sea uno del que estés «enamorada completamente» porque sino, cada vez que lo cojas, cada vez que estés en un atasco, cada vez que le tengas que hacer una reparación, cada vez que tengas que meter cosas en el maletero, pensarás lo mismo… «¡Vaya mierda!» y cada vez que tengas que cogerlo o hacer algo con él, irás «penando y despotricando».
Ya os lo decía, un hombre sabio.
Muchas veces, cuando tomamos decisiones importante, tomamos en consideración muchas otras cosas, cosas que después, con el tiempo y la distancia, nos parecen vacías, incluso insignificantes.
Tener siempre en cuenta que tomamos decisiones en base a la información que tenemos disponible, en ese momento, y optamos por la opción que nos parece «mejor», si bien, como ya os he dicho en más de una ocasión, eso no nos garantiza que, con el tiempo, lo veamos de la misma manera, ya que las circunstancias, nuestras vivencias, y nosotras mismas, cambiamos, y es entonces cuando toca «reajustar» y «recalcular» ruta.
Así que, claro, por supuesto, hacer vuestro análisis de pros y contras, de costes y beneficios, tomaros tiempo para pensarlo bien pero, hagáis lo que hagáis, escucharos bien, trataros con cariño, comprensión y aceptación.
Sólo si tenéis claro qué queréis y cual es la opción que os enamora, qué os hace felices, podréis tomar la decisión que encuentre el equilibrio entre lo que queréis, lo que necesitáis y lo que es mejor para vosotras.