Evitar significa no enfrentarme a algo, de la manera que sea (salir corriendo, mirar para otro lado, hacer como que no está pasando o no existe, etc.) en este momento.
En algunas ocasiones nos planteamos enfrentarlo más adelante.
En otras no pretendemos hacerlo nunca.
Cuando evito enfrentarme a algo me siento liberado/a, la tensión que he ido acumulando al pensar en exponerme a eso que me preocupa o asusta se desvanece, y por un momento, me siento tranquilo/a, a salvo, fuera de peligro.
A primera vista, parece que he conseguido “salvarme”.
Al llegar a esa conclusión, lo más lógico es que en futuras ocasiones haga lo mismo, porque he dado con un mecanismo que funciona, y que me quita de un plumazo el malestar.
Así que en futuras ocasiones, cuando vuelvo a encontrarme con eso que me asusta o preocupa, vuelvo a hacer lo mismo, lo evito.
Pero más tarde o más temprano, descubro que cada vez hay más cosas que me asustan, cada vez hay más cosas que me preocupan, y se debe a que las consecuencias de no afrontarlas se están acumulando.
La evitación hace que el miedo, el malestar, la preocupación, se generalicen a otras situaciones y objetos e ideas.
Y cuantas más veces evite hacer o pensar algo, más experiencias tendré que me confirman que “no puedo”, “no soy capaz”, aumentando la sensación de incompetencia por mi parte, saboteando mi autoestima, y también el miedo o la preocupación que me van invadiendo al plantearme o encontrarme con mi foco de angustia.
De este modo, cada vez me parecerá más imposible enfrentarme a mis demonios, y cada vez evitaré más el hacerlo.
La evitación se alimenta a sí misma, cuanto menos nos enfrentemos a lo que nos da miedo, más grande se hará el miedo, más grandes se harán nuestros fantasmas y demonios; y más grande será en consecuencia la necesidad de evitarlos, y vuelta a empezar.
¿Cuál es el remedio?
Aquí la frase de “coger el toro por los cuernos” cobra todo su sentido.
Si me enfrento a eso que me preocupa y/o me da miedo, aumentará mi percepción de autoeficacia, mi autoestima se verá reforzada, aunque me lleve varios intentos conseguir resolverlo o vivirlo sin angustia, es más, cuantos más intentos me lleve, más estrategias y recursos desarrollaré y mayor será mi satisfacción por haberlo enfrentado y finalmente, por haberlo conseguido gestionar.
En caso de que te enfrentes a ello y no consigas gestionarlo y/o resolverlo, te recomiendo que contactes con un experto que te asesore en cómo hacerlo.
“¡Ánimo y al toro!”