Una pregunta difícil de contestar, pero que tal vez te estés haciendo, y que sería muy interesante que compartieras con tu actual psicólogo/a.
Aquí te dejo algunas recomendaciones que, espero, te sirvan para aclarar tus ideas:
- Si te sientes juzgado/a y/o cuestionado/a: algunos colegas míos te dirán que no estás aceptando la realidad y estás proyectando opiniones de otros/as o de ti mismo/a en el terapeuta.
Yo te digo que, aún teniendo en cuenta que esto efectivamente puede ser así, lo importante de verdad es que tú te sientas abierto/a y receptivo/a para compartir todo lo que te preocupa y te causa dolor con tu terapeuta, y si te estás sintiendo juzgado/a y/o cuestionado/a, es muy difícil que consigas abrirte a tu terapeuta y, en consecuencia, no vas a llegar a conseguir todo lo que podrías con la terapia.
Te digo más, los/as psicólogos/as (aunque no lo parezca) también somos personas, así que es posible que efectivamente te esté juzgando. No somos perfectos/as.
Así que merece la pena que al menos hables con tu psicólogo/a para expresarle cómo te sientes y entonces te plantees si quieres seguir con ese/a psicólogo/a o buscar otro/a.
- Si te «echa la bronca»: me da igual la burrada que hayas hecho o dicho, desde tu punto de vista o desde el suyo, estás en tu perfecto derecho de hacer o decir lo que se te plante.
Castigándote con esas maneras no va a promover el cambio, tu cambio, que es el objetivo.
Ahora bien, ¿te está «echando la bronca» o te está diciendo cosas que no quieres oír?
- Si se enfada contigo: ¿recordáis eso que os he dicho de que somos personas antes que psicólogos/as? Pues aquí hago una «pequeña excepción».
Mis emociones son el reflejo de las conexiones que «yo» estoy haciendo, y no tienen nada que ver con la persona que tengo delante.
Es uno de los motivos por lo que creo sinceramente que todo/a psicólogo/a «debería» haber hecho su propia terapia o terapias (aunque en España no es obligatorio), pero si queremos ayudar, tenemos que empezar por nosotros mismos y si voy a trasladar a mi paciente mis emociones, más aún, hacerle responsable de ellas, está claro que tengo cosas que «trabajarme».
Así que, «yo», si en algún momento me siento enfadada o triste o incómoda o lo que sea, primero miro en mí misma, porque tal vez tenga que trabajar en ello, y después, lo digo a mi paciente, y no para responsabilizarle de mis emociones, sino para que lo valoremos juntos, ¿tal vez su comportamiento esté despertando eso en otros interlocutores y esté suponiéndole un obstáculo en sus relaciones?
- Si no te deja hablar: os vais a reír, pero esto puede ocurrir…
Sólo contestarme a esto: ¿has ido a una conferencia/monólogo o a terapia?
- Si os empieza a hablar de su vida y a contaros cosas y detalles, que no vienen a cuento…
Sinceramente, no estáis pagando por eso.
No me entendáis mal, yo misma, si considero que alguna experiencia personal puede servir a la persona que tengo delante en lo que está trabajando o a lo que está enfrentándose, se lo cuento, siempre explicándole el motivo.
Reflejo este punto porque algunos/as pacientes me han dicho que les ha pasado en otras terapias y me han preguntado si es normal…
Como ya sabréis, a los psicólogos no nos gusta especialmente la palabra «normal» (aunque yo confieso que cada vez que se lo oigo a un profesional de la salud, pienso que no hay palabra más maravillosa en este mundo), pero ya en serio, un/a psicólogo/a no es vuestro/a amigo/a. El objetivo no es compartir experiencias.
El/La protagonista eres tú.
- Si quiere tener una relación personal contigo: del tipo que sea, amistosa o romántica, eso se sale de la relación terapéutica, en la que, como ya he dicho tu eres el/la protagonista, y nuestro código deontológico es muy claro al respecto. No.
Y ese No, se extiende a cuando ya habéis acabado la terapia y te han dado el alta.
Entiendo que tal vez a ti te apetezca tener otro tipo de relación con tu terapeuta (en ese caso, si te recomiendo que lo comentes con tu terapeuta, os va a resultar muy útil en la terapia; coméntaselo y verás por qué), yo conozco a personas maravillosas todos los días que estaría feliz de tener en mi vida, pero esa no es la cuestión aquí.
La relación terapéutica no es una relación recíproca ni igualitaria entre otras cosas porque, si lo fuera, no estaría centrada en vosotros/as y en lo que necesitáis.
¿Realmente quieres construir algún tipo de relación sobre esa base?
- Si es más difícil de localizar que «Elvis»: todos tenemos millones de cosas que hacer, cuando no trillones, pero yo considero fundamental estar en contacto con mis pacientes.
Con sus límites, por supuesto, dentro de un horario y unos formatos establecidos y compartidos.
Pero yo estoy ahí, y creo que todos/as merecéis eso.
Y si no puedo estarlo, lo digo. Ambos/as ganaremos.
- Si nunca dice «lo siento»: esto posiblemente es más una cuestión de «maneras» que de otra cosa, y es una opinión totalmente personal. Pero sinceramente creo que, igual que los/as educadores para sus alumnos/as, los/as psicólogos/as somos modelo de conducta para nuestros/as pacientes… Y no se qué harán los demás, pero yo, si llego tarde, por el motivo que sea, o hago esperar a un/a paciente o lo que sea, le pido disculpas, que no cambia el hecho, por supuesto, pero a mi me importan mis pacientes, respeto su tiempo y sus emociones.
Creerme que es muy fácil darle la vuelta, decir: «veo que «esto» te ha molestado/enfadado/disgustado/etc podríamos trabajar en ello para ver por qué te ha conectado con esas emociones y de donde viene para resolverlo…».
¿Os suena?
Yo, tal vez, si realmente creo que puede ayudar a la persona, en un segundo momento, se lo plantee, pero yo decido ser persona primero. Mi motor es el afecto y el amor, no la caja registradora.
- Si te prohíbe algo tu psicólogo/a: no vuelvas.
Ahí soy tajante, los/as psicólogos/as no estamos para prohibir ni para obligar a nadie a hacer algo que no quiere hacer.
Sólo faltaría.
En una ocasión me contaron que una psicóloga había prohibido a su paciente que fuera el médico. Mi reacción instantánea fue: ¿pero quién es tu psicólogo/a para prohibirte ir al médico?
Es más, yo no se vosotros, pero yo jamás prohibiría a nadie, paciente o no paciente, ir al médico. No sólo porque yo no sea médico, que por cierto, no lo soy, sino porque aunque lo fuera, yo no lo se todo, ni pretendo saberlo.
Así que si te ha pasado y te has «revuelto» contra ello, has hecho justo lo que tienes que hacer: «pensar por ti mismo/a».
- Si llevas un tiempo yendo a terapia y el/la psicólogo/a no te ha dicho qué te pasa: es muy probable que tu terapeuta no haya querido «estigmatizarte» con una etiqueta diciéndote que tienes este o ese otro trastorno, ya que la experiencia nos dice que sólo va a servir para torturarte y no para resolver nada (hay algunas excepciones, entre ellas que sea necesario que la persona tenga lo que llamamos «conciencia de enfermedad» y realmente la vaya a ayudar el saber qué le pasa, con nombres y apellidos).
Sin embargo, etiquetas y nombres a parte, es fundamental que si sepas qué ocurre y cómo funciona ya que, si no eres capaz de identificarlo y ponerlo en palabras, difícilmente vas a poder cambiar, elegir y avanzar.
- Si se va por «los cerros de Úbeda»: yo soy «especialista» en hacerlo, y por eso lo menciono.
Lo que ocurre es que yo lo hago con un sentido y un propósito, y seguramente muchos/as de mis colegas también.
Nuestro cerebro procesa la información y llega a soluciones y respuestas de una forma mucho más significativa, duradera y estable en el tiempo, si conecta por si misma las cosas, con ciertas claves, por supuesto, pero sois tú y tus respuestas, no mi psicólogo/a y las suyas.
Más aún, los pequeños detalles nos proporcionan muchísima información valiosa, y cuando hablamos de cosas «aparentemente triviales» nuestro cerebro tiene «las defensas/resistencias más bajas» porque no hay «amenaza», por lo que puede resultar más sencillo «ver cosas» que de otro modo nos podrían costar mucho ver, aceptar y trabajar.
Así que si, a veces voy a lugares insospechados y puedo estar hablando con vosotros/as de vuestro/a perro/a más de diez minutos, pero creerme, se a donde voy, y cuando lleguemos (o en el camino, si lleva su tiempo), vosotros/as lo sabréis también.
Esto no es magia ni «ocultismo».
«Esto es terapia».
- Si no me explica las cosas: no se vosotros/as, yo no creo que nada de lo que he aprendido, ni de lo que he descubierto ni trabajado en terapia me sirviera absolutamente para nada si no lo entendiera, ¿y tú?
- Si cada vez que salgo de sesión me siento aún peor: toda herida que sana, duele.
Unas más y otras menos, claro, pero duele.
Algunas heridas para «limpiarlas» requieren que «hurguemos» más profundamente, y duelen aún más.
Pero como ya sabéis, el dolor nos avisa de un daño que aliviar, no de una catástrofe inminente de la que salir corriendo.
¿Nos gusta el dolor?
No, no nos gusta, pero a veces es «necesario».
Dicho esto, la terapia no tiene que ser dolor.
Nuestras «heridas», sus conexiones y su interpretación son las que nos causan dolor. Y ese dolor es transitorio, es el camino a la sanación, no la «estación final» en la que me bajo y me quedo a vivir.
- «Remover la mierda»: en una de las últimas sesiones con uno de mis pacientes, nos disponíamos a hacer lo que los/as psicólogos/as llamamos «prevención de recaídas».
Consistente en una o dos sesiones, aproximadamente, en las que revisamos todos los temas trabajados, los recursos aprendidos, qué hacer si se vuelven a dar las situaciones problemáticas, cómo enfocarlo, cómo gestionarlo, etc.
Y entonces mi paciente me dijo: ¿Cristina, tú no serás uno de esos psicólogos que una vez que ya está todo trabajado y resuelto, te pones a remover la mierda otra vez para alargar la terapia?
A parte de hacerme reír muchísimo y de repetirle lo que le había explicado al comenzar estas sesiones de «prevención de recaídas», tuve una confirmación más de que efectivamente hay psicólogos que extienden las terapias y las sesiones, tal vez, más allá de lo que realmente se considera terapéutico.
Si crees que es tu caso, ya sabes qué hacer 😉
- Si sientes y ves que la terapia no avanza ni tú tampoco: entonces necesitas un cambio, las relaciones terapéuticas, como las personales, dan hasta donde dan, y no tiene sentido alargarlo.
Tu terapeuta, estoy segura, es un/a gran profesional, pero eso no significa que tengas que seguir con una terapia que consideras que no está yendo o llegando a donde tú quieres.
Una vez más, tú eres él/la protagonista, recuérdalo.
Si os diría (tal vez un poco egoístamente también… ya sabéis, soy persona antes que psicóloga) que merece la pena que antes de hacer ningún cambio, lo comentéis con vuestro/a psicólogo/a.
- Sentido común: se que es una recomendación muy general, pero creerme que eso tan manido de que «es el menos común de los sentidos», sigue aplicando.
Tal vez no sepas poner en palabras eso que no te gusta, pero tienes la firme sensación de que ni la terapia ni tú estáis avanzando, pues si es así, es el momento de pedir una segunda opinión, o una tercera o una cuarta o una decimonovena, no importa. Aquí lo importante eres tú y tu felicidad.
Y en ser feliz uno/a nunca tiene que conformarse. ¿Verdad?
Sea como sea, si tienes tus dudas, pero no tienen que ver con lo que has leído hasta ahora, pide una segunda opinión.
¡Daño no te va a hacer, eso seguro!
Ah, y otra cosa: «La vida es para vivirla».
Dejar el resto para la terapia;)
Pingback: ¿Cómo elegir a tu psicólogo? | Psicólogo Torrejón de Ardoz