La fantástica película Cadena de Favores, estoy segura de que habrá hecho correr ríos de tinta en todas partes.
Una de mis canciones favoritas es “Change the world” de Eric Clapton.
Incluso me viene a la mente, una película que sólo he visto a cachos, que se llama “Un pequeño cambio”.
Y otra que han echado recientemente en televisión, “The Blind Side” (Un Sueño Posible).
Todos ejemplos de cómo es posible cambiar nuestro mundo, el mundo, mi mundo, con muy poco, una ACCIÓN.
Hay más:
Veo iniciativas vecinales creando huertos urbanos.
Veo a gente reciclando envases.
A gente comprando lo que necesita y no todo lo que desea.
Escucho a personas que levantan el teléfono solo para decir: “Te quiero” (como en la canción de Stevie Wonder).
Celebro y comparto la iniciativa de personas que deciden ir al trabajo andando.
O pararse cinco minutos ante la puesta de sol que tienen delante, y dar las gracias por el maravilloso regalo que el universo y ellos/as mismos/as acaban de hacerse.
Atiendo a personas que diariamente deciden emprender el prometedor y a veces doloroso proceso de la terapia, llenos de esperanza, también de miedo, y lo siento con ellos, les acompaño.
Esto es CAMBIO.
Pero el cambio nos da miedo, tiene “mala prensa”, salimos de nuestra zona de confort, nos enfrentamos a terribles y aterradores minotauros, que representan nuestro miedo a lo desconocido, a la falta de control sobre las situaciones y al futuro (control que, realmente, nunca es tal, en realidad), a equivocarnos, a no conseguir el éxito, etc.
Como ya os explique en otra parte, el valor, no es la ausencia de miedo, ni mucho menos.
Si os estáis planteando cambiar, y no sabéis si hacerlo o no, tener en cuenta que vivimos inmersos en sistemas, sistemas que están conectados por todo y por todos/as, y es precisamente ese el motivo de que, al introducir un cambio, por sutil que sea, “obligamos” en cierto modo a que nuestro sistema cambie.
Esa es la magia del cambio, una vez comienza, se precipita hasta la que pueda ser su máxima expresión, es cierto que no sabremos a dónde llegará, tal vez no llegue a ser tan deslumbrante como nos podamos haber imaginado de partida, pero sin duda, merecerá la pena.
Y merecerá la pena porque, cada vez que hablo de esto con alguien, paciente o no, llegamos a la conclusión de que los cambios, aunque al principio puedan ser muy complicados e incluso dolorosos, finalmente, son para mejor (y sino, ya sabéis, es que aún no ha llegado el final ;).
Os pondré un ejemplo: Hay personas que temen que sus parejas inicien el proceso de terapia, muchas de ellas porque, animadas por las películas (como es el caso de la excepcional “Annie Hall”, del usuario frecuente de la psicología y psiquiatría, Woody Allen), y puede que también por historias que les han contado, de gente conocida o relativamente próxima, achacan las rupturas de pareja a la terapia.
Cuando esto se me plantea en la consulta siempre lo explico del mismo modo.
Al iniciar una persona la terapia, se siente insegura y con la necesidad de “defender sus bastiones” ante una posible amenaza, personificada en el/la terapeuta, que le haga replantearse sus relaciones y lo que la persona considerará sus pilares básicos, como sus sistema de creencias y valores.
Según el proceso terapéutico va avanzando (hay personas que necesitan un día, otras un año, depende), y el/la paciente entiende la necesidad del cambio en ciertas áreas de su vida para conseguir resultados diferentes, comienza a introducir variaciones en su día a día, como por ejemplo, dedicar tiempo a sí mismo/a, yendo al gimnasio, por ejemplo. Eso significa, tal vez, que sea su pareja quien tenga que encargarse dos días en semana, a partir de ese momento, de hacer la cena para la familia.
Sin duda, ese “pequeño cambio” (entre comillas porque realmente puede suponer un “gran cambio” para la persona, no sólo para su salud física, sino también para su autoestima y su autoimagen), “obliga” a su pareja a hacer un cambio también, a responsabilizarse de una tarea que tal vez hasta ese momento no era parte en el reparto que hubieran acordado previamente.
Y aquí realmente es cuando la historia puede seguir dos caminos:
Es posible que la pareja acceda de buen grado a este cambio, a sabiendas de las consecuencias positivas que va a tener para su amado/a, renegociando su acuerdo o dejándolo tal cual estaba con esta variación, según su elección.
O bien, la pareja puede “rebelarse” contra el cambio, aduciendo que no tiempo suficiente para sí mismo/a o que su pareja se está convirtiendo en un ser egoísta y desconsiderado, o vaya usted a saber… Y, tal vez sin pretenderlo, boicotear el proceso de cambio de su amado/a y comenzar a ser un obstáculo para el mismo.
El cambio es necesario, es inherente al ser humano, a la vida.
Me encanta como lo expresa Jorge Drexler en su canción: “Todo se transforma”.
En realidad, os diré una cosa, cuando uno/a sabe que precisamente puede contar con el cambio, es decir, contar con que va a ocurrir, no sólo puede dejar de preocuparse por él, sino que puede sacarle partido, acompañarlo y ser parte de él (de aquí el famoso: “be water my friend” o el también conocido “mécete como un junco, con el viento pequeño saltamontes”).
La otra postura me recuerda a una frase que en una ocasión me dijo un candidato a un proceso de selección, que yo estaba gestionando, en relación a cómo gestionaba los conflictos: “Si esa persona ha sido parte del problema, no puede ser parte de la solución…”. Aún se me ponen los pelos de punta de sólo recordarlo.
En otras palabras, puedes rechazar el cambio, pero en ese caso estarás rechazándote a ti mismo.
Así que, mi reflexión final es, abraza el cambio como parte natural del proceso que es tu vida, sonríe y da las gracias (eso ya es un cambio, y verás cómo se refleja en todas partes), por el maravilloso regalo que es el cambio en sí mismo, plantéate cómo puedes contribuir más a las personas que te rodean, a tu comunidad, al universo entero. Y disfruta del resultado, sólo te decepcionará si tienes unas expectativas muy altas, si lo abrazas con lo que el cambio pueda dar, alucinarás con el impacto que puedes tener en el mundo.
Y si no me crees, te pongo otro ejemplo: en una ocasión una becaria a la que contraté, me dijo que se había decidido por nuestra oferta, porque yo al recibirla la di dos besos (en lugar del solemne y protocolario apretón de manos), y eso, junto con mi actitud, la hizo sentir en casa, acogida, a gusto.
Si no sabes qué cambiar, pero sabes que necesitas un cambio, te ánimo a que nos llames y nos consultes.